Imprenta
La primera que funcionó en los territorios del Ecuador actual, antigua Presidencia de Quito, fue traída por el sacerdote jesuita José María Maugeri aproximadamente por el año 1755, y fue instalada en la ciudad de Ambato con el pomposo nombre de “Imprenta de la Compañía de Jesús”. Dicha imprenta estuvo a cargo del tipógrafo alemán Juan Adán Shwartz.
Cuatro años más tarde y de manera muy sutil, el padre Maugeri –que tanto bien la estaba haciendo a Ambato con sus publicaciones- fue trasladado a Quito, debiendo llevar con él la imprenta que fue instalada en el local del Seminario de San Luis.
Esta fue la única imprenta que existió en la Audiencia de Quito durante más de veinticinco años, y en ella el Dr. Eugenio Espejo imprimió las primeras publicaciones de “Primicias de la Cultura de Quito”.
Esta imprenta permaneció en Quito hasta fines de 1827 en que fue adquirida por el Crnel. Ignacio Torres, segundo Intendente de Cuenca, quien la puso a disposición de fray Vicente Solano. En ella se imprimió la primera publicación de “El Eco del Azuay”, que apareció el 13 de enero de 1828. Vale anotar sin embargo, que desde 1821 venía funcionando en Cuenca una prensa litográfica, en la que con tipos de madera se confeccionaban cartas de cobro, membretes, viñetas y hojas volantes.
La introducción de la imprenta en Guayaquil se debe –principalmente- al patriotismo del prócer de la independencia Sr. Francisco C. María Roca, quien creía con sobrada razón que uno de los medios más eficaces de afianzar la independencia recién lograda era la prensa, por medio de la cual el pueblo podría reclamar cuando sus derechos fuesen conculcados y exigir a sus mandatarios la rectificación de sus errores. Por otra parte, los patriotas y dirigentes de la Revolución del 9 de Octubre de 1820 habían expresado la necesidad de contar con una imprenta a través de la cual se pudieran difundir las buenas o malas noticias relacionadas con la campaña independentista.
Para respaldar esos conceptos que honran su memoria, y con el deseo de que la prensa gozase da la más irrestricta libertad y garantía, Roca había dicho: “...la libertad de imprenta, protegida como debe ser en los pueblos libres, es el sostén de los derechos de todos; pero con trabas, restricciones y esclava, es despreciable instrumento de la tiranía”.
Fue así que, desde los primeros días de nuestra independencia, Roca se había dedicado con fervoroso ahínco a la consecución de una imprenta. Sabía que la situación era difícil, pues los patriotas guayaquileños estaban preparando la campaña libertadora de Quito, y todos los esfuerzos del Gobierno Libre de Guayaquil se dedicaban a este exclusivo fin.
No queriendo perder tiempo, logró que su amigo José Sarratea, que se encontraba con Lord Cochrane en la escuadra que bloqueaba El Callao, le vendiera una pequeña imprenta que este tenía en su poder, acordando el precio de esta en 7.000.
A finales de abril de 1821 llegaron los cajones que contenían la impresora y los tipos; fue ese un día de gran alegría para Guayaquil. Inmediatamente la imprenta fue instalada en los bajos de la antigua Casa Consistorial (donde actualmente queda el edificio de la Gobernación de Guayaquil), encargándosele su montaje, arreglos y funcionamiento al joven tipógrafo guayaquileño Manuel Ignacio Murillo, que entonces contaba con tan solo 19 años de edad.
La máquina en mención era de porte pequeño, pertenecía a las llamadas “de palanca”, modelo ya en ese entonces bastante obsoleto, y presentaba algunos daños y deficiencias, por lo que el joven Murillo, para poder realizar las impresiones correctamente, debió repararla y elaborar y fundir algunos tipos que escaseaban, sobre todo en sus letras mayúsculas.
Al comprobarse que la imprenta no estaba en buen estado, se llegó a un acuerdo con el representante del vendedor y se acordó un nuevo precio de 5.500 pesos, que fueron cubiertos en parte por el propio Roca, y el resto por designaciones hechas por el Gobierno de la ciudad.
La primera publicación levantada en la “Imprenta Guayaquil” salió a la luz el 21 de mayo de 1821, y consistió en una hoja titulada “El Prospecto”, en la que se anunciaba la próxima aparición del primer periódico porteño, al que se llamaría “El Patriota de Guayaquil”, cuya primera edición apareció circuló cinco días después, y que circuló de manera ininterrumpida hasta el año 1826.
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