Cultura Milagro-Quevedo
Esta importante cultura, ocupó -entre los años 500 y 1.500 d.C., aproximadamente- la zona comprendida entre las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes y las colinas de la costa, constituyendo, con los Atacames, Jama II y Manteño-Huancavilca, las últimas culturas en la costa ecuatoriana antes de la llegada de los primeros españoles en 1526, con quienes se iniciará el período de conquista y colonización.
Milagro-Quevedo constituye una de las culturas precolombinas que mayores territorios ocupó, pues su expansión comprendió todo el gigantesco sistema fluvial del Guayas incluyendo sus dos grandes ríos Daule y Babahoyo y todos sus afluentes.
“Fue Emilio Estrada quien por primera vez identificó las características propias de esta cultura, además de establecer algunas diferencias entre sus regiones más importantes: norte, en la región de la actual ciudad de Quevedo y centro en la ciudad de Milagro. Precisamente de estas dos zonas urbanas, Estrada tomará sus nombres para identificar a esta amplia cultura”
(Arq. Melvin Hoyos G.- Guión del Museo Municipal de Guayaquil).
Definidos étnicamente como Chonos, sus miembros fueron consumados orfebres que trabajaron delicadamente el oro y la plata, y llevaban para su adorno personal hasta doce aretes, seis en cada oreja, no sólo en el lóbulo sino alrededor del pabellón.
Uno de los rasgos que caracterizaron a esta cultura -quizás el más destacado- fue la existencia de gran número de Tolas en casi todo el territorio que ocupó. “A menudo estas Tolas se encuentran en grupos, pero las hay también aisladas. Los tamaños son variables, así como sus formas. Las más pequeñas suelen medir unos 10 metros de diámetro por apenas sólo dos de altura, mientras que las más grandes pueden tener dimensiones impresionantes: más de 100 metros de longitud por unos 30 de anchura y sobrepasando los 10 de altura”
También puedes leerCultura Alausi(El Período de Integración.- O. Holm y H. Crespo; Historia del Ecuador, Salvat, tomo II, p. 4).
Muy importantes deben haber sido las relaciones tanto comerciales como culturales de Milagro-Quevedo y algunas de las culturas coetáneas tanto en la costa como en la sierra (según el arqueólogo Javier Veliz están emparentados con los Puruhaes); vestigios de tumbas Milagro-Quevedo se han localizado en territorios Manteño-Guancavilca, objetos cerámicos de la región andina han sido encontrados en tumbas de la zona de Quevedo.
La enorme fertilidad de la cuenca del Guayas y el hallazgo de verdaderas obras de ingeniería conformadas por enormes camellones o bancos artificiales que formaban campos levadizos para el cultivo en zonas anegadizas y zanjas circundantes de las que se extraían los abonos que dejaban las inundaciones, permite aseverar que, aun cuando los camellones comenzaron a construirse desde los tiempos de Chorrera, no fue sino la cultura Milagro-Quevedo la que se distinguió de todas las demás del período precolombino, por conseguir los mejores logros tecnológicos en el campo agrícola.
También constituye identidad destacada de la cultura Milagro-Quevedo, el alto grado de desarrollo alcanzado en el campo de la metalistería y cuyo aporte, en las artes del Nuevo Mundo, fortalece la aseveración de que los mejores artesanos del metal estuvieron en los territorios que iban desde Panamá hasta el Perú.
En cuanto a su cerámica, aunque es bastante estereotipada y por lo general monocroma, presenta características muy particulares. La gama de sus formas abarca platos de fondo plano, ollas con trípode, vasijas grandes y pequeñas, cuencos y compoteras, etc., es decir, una cerámica utilitaria en la que lo funcional adquiere relevancia sobre lo artístico y estético. La decoración se reduce por lo general a una franja alrededor del borde de los recipientes que consiste en diseños incisos. Cántaros y ollas presentan con frecuencia una superficie de engobe rojo. Manchas negras de combustión que se han observado en ollas trípodes con patas dobles y trenzadas, señalan su clara utilización como recipientes para cocinar alimentos.
En la zona comprendida entre Balzar y Quevedo se han encontrado y se siguen sacando muestras de una cerámica más elaborada desde el punto de vista artístico. Otto Von Buchwald, uno de los primeros investigadores, denominó a estos interesantes objetos cerámicos como “Cocinas de Brujo”; nombre muy sugerente por la decoración que presentan las paredes de estos recipientes, conformadas por culebras, ranas, rostros humanos, aves; y elementos visuales o iconos que seguramente constituyeron una simbología en los ritos de sacerdotes, shamanes y brujos.
También puedes leerCultura BahíaA pesar de ello, su cerámica no se destaca en el período de Desarrollo Regional frente a las calidades conseguidas por las culturas pertenecientes a etapas anteriores.
Pusieron mucho empeño en la producción de bellos objetos destinados a destacar su adorno personal, implementado una importante tradición artesanal basada en un arte muy rico en la utilización de recursos que van desde los superficiales como el mismo vestido y la pintura corporal; hasta el uso de accesorios como collares, aretes, narigueras, pectorales, brazaletes, y otros en los que interviene el mismo cuerpo, como las perforaciones, incrustaciones, deformaciones, líneas causadas por cortaduras, etc. Hoy conocemos que los miembros de esta cultura llevaban hasta seis aretes en cada oreja.
La función del adorno no solamente estuvo destinada a resaltar la belleza corporal, sino -además- a conseguir una posición o status social y económico dentro del grupo. A pesar de ello, es necesario considerar que en las sociedades amerindias el embellecimiento del cuerpo fue también la acentuación de los valores mágico-rituales o religiosos.
El cobre también fue tratado para elaborar muchos objetos de carácter utilitario como instrumentos musicales, hachas y cinceles. Es importante señalar que las hachas no necesariamente fueron destinadas a la guerra, sino que quizás su mayor función fue para trabajos artesanales y como herramienta agrícola. Se han encontrado hachas muy grandes, de un elevado peso que se consideran como símbolo de estatus económico y como una forma de guardar el metal que era difícil consecución ya que el mismo se obtenía en otras regiones como Esmeraldas o en la zona austral andina. Finalmente, pequeñas hachas elaboradas en laminillas de cobre fueron profundamente estudiadas por el destacado arqueólogo danés Olaf Holm, quien las consideró como posibles monedas utilizadas para transacciones limitadas.
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