Brown Alm. Guillermo
Militar argentino de origen irlandés, nacido en el año 1777.
Habiéndose quedado huérfano casi desde su nacimiento, se embarcó de temprana edad como grumete y navegó bajo la bandera inglesa en las Antillas y en el Atlántico, donde al tiempo que descubría su amor por el mar y desarrollaba su espíritu audaz y aventurero, fue adquiriendo la experiencia necesaria que lo llevaría a convertirse en uno de los más destacados marinos de la época.
Llegó a Buenos Aires, Argentina, el 18 de abril de 1810 e inmediatamente demostró su simpatía con las ideas independentistas que culminaron con el movimiento revolucionario de mayo de ese mismo año.
A finales de 1815 y a nombre del gobierno argentino, Brown cruzó el estrecho de Magallanes comandando una pequeña escuadra naval con la cual hostilizó a las naves españolas que surcaban el Pacífico.
Antes de partir había firmado un contrato con el gobierno de Buenos Aires que fue -indudablemente- un contrato de corso. Fue con tal objeto que recibió en obsequio la fragata “Hércules”, de 350 toneladas, y le fue facilitado el bergantín “Trinidad”, varios hombres de tropa para ambas naves, armas y 4.000 pesos en efectivo. (1)
Para corroborar el objetivo de la expedición, se unió a ella el capitán Hipólito Bouchard, dueño de la fragata “Hawk” (Halcón). Los sucesos posteriores prueban que Bouchard jamás se habría agregado a la campaña voluntariamente, de no existir el aliciente del corso. (2)
Finalmente y para terminar de confirmar los propósitos depredatorios de la expedición, se unió a ella el presbítero chileno Julián Uribe, quien armó y equipó el queche “Uribe” e insistió en desplegar bandera negra.
El 8 de febrero de 1816, al mando de una pequeña goleta, don José de Villamil descendía por el río Guayas buscando salir a mar abierto para dirigirse hacia el Callao, con el propósito de comerciar. Fue entonces que a lo lejos descubrió la escuadra naval que bloqueaba la entrada del golfo de Guayaquil. Creyendo que se trataba de una incursión pirata, Villamil remontó nuevamente las aguas del río y volvió a la ciudad para dar la voz de alarma y preparar la defensa.
Las autoridades españolas sabían ya que, desde el año anterior, el almirante Brown, a nombre del gobierno de Buenos Aires, surcaba las aguas del Pacíficoatacando los puertos y naves españolas, al tiempo que invitaba a los pueblos y ciudades que tocaba para que se levanten en armas en contra de sus opresores, por lo que en un afán de acabar con él, hicieron correr en la ciudad la noticia de que realmente se trataba de un ataque pirata.
Serían las once de la noche cuando, intempestivamente, el sonido de una trompeta clamando arrebato turbó la paz ciudadana, que pronta abandonó sus hogares para acudir hacia la orilla y escuchar la alarmante noticia de que a la altura de Punta de Piedra, navegando hacia la ciudad, surcaban las aguas del golfo cuatro naves desconocidas.
Ante su presencia, el gobernador Juan Vasco y Pascual, junto a don José de Villamil, el Crnel. Jacinto Bejarano y el Tnte. Crnel. José Carbo Unzueta, organizaron de inmediato la defensa de la ciudad, acudiendo a la bravura de los guayaquileños que se presentaron con todos los medios a su alcance.
Convertido en un vasto campamento, Guayaquil esperaba impaciente la llegada de los atacantes. Había nervio, ansiedad y, sobre todo, deseos de acabar con uno de los azotes que la ciudad había sufrido desde su asentamiento definitivo, en 1538: las incursiones piratas.
Inicialmente la victoria fue de los atacantes, que al mando del Cap. Hipólito Bouchard, desde la nave “Hawk” (Halcón) bombardearon y posteriormente desembarcaron en Punta de Piedra, al tiempo que Brown avanzaba en la “Trinidad” con intenciones de tomarse Guayaquil. Pero desde la batería Las Cruces -situada al sur de la ciudad- los defensores abrieron fuego, que fue respondido con mejor puntería por la nave atacante que los silenció.
Queriendo aprovechar la situación, Brown enfiló hacia la batería de San Carlos, llamada después Saraguro (situada a orillas del río Guayas, a la altura de lo que hoy es la Av. Olmedo), y ordenó al timonel que acercara el bergantín a tierra hasta ponerlo a tiro de pistola. Se estaba realizando la maniobra cuando -tal como lo había señalado el práctico con anterioridad- la marea cambió y a pesar de los esfuerzos realizados, el bergantín encalló debido a la poca profundidad del río.
La ardiente juventud guayaquileña supo aprovechar esta situación, y arrojándose a las aguas del río Guayas con las bayonetas entre los dientes, nadó hasta el bergantín de Brown y lo abordó dispersándose por su cubierta, donde se trabó en una lucha sin cuartel que concluyó con la rendición de la tripulación y la captura del propio Almirante.
Trofeos de esa jornada fueron el bergantín “Trinidad” con sus 16 cañones y bien surtido parque, y más de 48 prisioneros. Los heridos y muertos, por ambas partes, sumaron más de 60 hombres.
Ya en la ciudad, Brown y Villamil sostuvieron una conferencia en la que el Almirante argentino explicó a Villamil su condición de jefe de la marina independiente, la comisión que se le había confiado y, por consiguiente, el verdadero objeto de su expedición y presencia en Guayaquil. Al descubrir que el verdadero propósito de su presencia era invitar a los pueblos a luchar por su independencia, se produjo en la ciudadanía una gran efervescencia y varios guayaquileños -entre los cuales se encontraban José de Villamil y Jacinto Bejarano- intercedieron por la libertad del almirante argentino hasta conseguir que las autoridades autoricen su partida.
A la avanzada edad de ochenta años, el almirante Brown murió el 3 de mayo de 1857, y poco tiempo después fue proclamado Héroe de las Glorias Navales Argentinas.
(1) Julio Estrada Ycaza.- La Lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, Tomo I, p. 124
(2) Idem, p. 125