Batalla de Miñarica
Fue la consecuencia final de un período de incertidumbre política que vivió el Ecuador a fines del primer gobierno constitucional del Gral. Juan José Flores, es decir, en los primeros años de la República.
En efecto, ya desde 1833 se había iniciado una tenaz oposición en contra del régimen floreano, y mientras los miembros de la sociedad «El Quiteño Libre» lo atacaban en Quito, en Guayaquil, a mediados de 1834, un golpe revolucionario propiciado por el Cmdt. Pedro Mena proclamó la Jefatura Suprema de Vicente Rocafuerte. Se inició de inmediato una lucha armada que fue conocida como la «Revolución de los Chihuahuas», nombre dado en alusión a la participación política que Rocafuerte había tenido anteriormente en México.
Ante esta situación, Flores marchó a Guayaquil al mando de sus tropas, que con mucha más experiencia y mejor preparadas no tuvieron ningún problema para tomarse la ciudad, obligando a que Rocafuerte instale su gobierno en la isla Puná, donde poco tiempo después fue capturado gracias a la traición del propio Mena, que se sentía desplazado y superado por el diplomático y político guayaquileño.
Entre tanto, y aprovechando que el mandatario se había ausentado de Quito, una insurrección en el norte de la sierra proclamó la Jefatura Suprema del Dr. José Félix Valdivieso, quien luego de pocas escaramuzas se tomó la capital y formó un nuevo gobierno.
Sucedió entonces algo realmente sorprendente pero que demuestra la sutil inteligencia de Flores. En una época en que fusilar a los revolucionarios y enemigos políticos era costumbre que se veía con mucha frecuencia, para mantener el control del país ofreció a Rocafuerte un pacto de «amistad sincera, fiel y constante», con el propósito de trabajar juntos en beneficio del Ecuador, y el 10 de septiembre de 1834, tal como lo dictaba la Constitución vigente, dejó el cargo de Presidente Constitucional de la República.
Ese mismo día Flores dio un golpe de estado y proclamó la Jefatura Suprema de Vicente Rocafuerte, designación que fue aprobada por una Asamblea Popular que se reunió en Guayaquil convocada para el caso.
Tuvo entonces el Ecuador dos gobiernos, ambos inconstitucionales: Uno en Quito, presidido por el Dr. José Félix Valdivieso y respaldado por los pueblos de la sierra; y otro en Guayaquil, con Vicente Rocafuerte a la cabeza.
Decidido a tomar el poder en todo el país, Valdivieso preparó un fuerte ejército que puso bajo el mando del Gral. Isidoro Barriga, patriota y prócer de la independencia quien, aunque nacido en Colombia, había puesto su espada, su vida y su corazón al servicio del Ecuador. Las fuerzas del gobierno de Quito marcharon hacia la costa y llegaron hasta Babahoyo, donde se encontraron con el ejército de Rocafuerte comandado por el propio Gral. Juan José Flores.
Se dieron entonces una serie de combates entre las dos fuerzas, y al poco tiempo brilló nuevamente el genio militar de Flores que obligó al Gral. Barriga a replegarse hasta la provincia de Chimborazo. Seis meses más tarde la situación del ejército de Quito era casi insostenible debido a su desorganización, falta de disciplina y espíritu combativo, por lo que el Gral. Barriga, comprendiendo que no podía llevar a sus hombres a la victoria, pidió ser relevado del mando. Ante esta situación, en un gesto que demuestra muy poco patriotismo, Valdivieso ofreció el mando del ejército al Gral. José María Obando -Gobernador de Pasto-, quien ya le había causado gran daño al Ecuador arrebatándole el departamento del Cauca que fue incorporado por la fuerza a Nueva Granada (Colombia).
La situación para el gobierno de Quito era insostenible, y ningún militar -ni siquiera Obando-, quiso hacerse cargo del ejército, por lo que el Gral. Barriga, en patriótico sacrificio asumió todas las responsabilidades militares y trató de reorganizar sus fuerzas para la lucha final.
Esta se libró en el sitio, día y hora escogidos estratégicamente por el Gral. Flores: En los campos de Miñarica, cerca de Ambato, a las 4 p.m. del domingo 19 de enero de 1835.
Flores situó a su ejército en el punto más elevado del lugar -una extensa plataforma suavemente inclinada hacia el oriente-, y se ocultó tras naturales parapetos propios de la región dejando a la vista sólo unos pocos hombres de vanguardia. Así, estratégicamente parapetado, esperó al enemigo que venía fraccionado en tres partes, esforzándose en la subida. Cuando las dos primeras divisiones estuvieron a tiro de fusil, la vanguardia de Flores fingió ir en retirada; viendo esto, las tropas del Gral. Barriga se lanzaron a la carrera en busca de sus enemigos. Entonces, de pronto, se abrió el infierno y los soldados de Flores salieron sorpresivamente de sus escondites para acometer con fuerza y brío a los atacantes.
«La lucha fue breve y recia: 2.000 restauradores contra 1.000 convencionales; la victoria de Flores fue total, a pesar del menor número. Pero los vencedores hicieron una verdadera carnicería…» (Jorge Salvador Lara.- Los Comienzos de la República, Historia del Ecuador, Salvat, tomo VI, p. 25).
«Adueñados del campo de batalla, ha caído en poder de los vencedores el parque, la artillería, ochocientos fusiles, sus cajas de guerra y sus banderas. Los doscientos hombres de la caballería de Otamendi, discurren, de un lado a otro de la llanura, alanceando a los que se oponen, y cuando cesa toda resistencia, porque el desbande se generaliza, comprueban que han muerto seiscientos hombres del enemigo, más veinte jefes y sesenta y seis oficiales; han caído trescientos prisioneros. Flores ha perdido cuarenta y ocho individuos de tropa y un teniente; veinte heridos de tropa y dos oficiales» (P. y A. Costales.- Otamendi: El Centauro de Ebano, p. 130).
«Allí, por fin, a los embates y crueldad de Otamendi, ante el furor bélico inmisericorde de Wrigth, ante la estrategia asombrosa de Flores, sucumbieron mil compatriotas nuestros, víctimas propiciatorias de la guerra civil y el engaño político de siempre…» (J. Gonzalo Orellana.- Resumen Histórico del Ecuador, p. 25).
Como consecuencia de esta batalla, la sierra debió pagar cien mil pesos como contribución de guerra; Rocafuerte asumió el poder de todo el país, Flores fue aclamado en toda la República, y hasta Olmedo, olvidando sus antiguas y pasadas divergencias, le dedicó su notable poema épico «Canto al General Flores, Vencedor de Miñarica» (verla en la biografía del Gral. Flores).
Miñarica “es una de las grandes fechas del calendario de nuestra nacionalidad, pues de no haber vencido flores ese día, más que probablemente el Estado ecuatoriano hubiera desaparecido entre Colombia y el Perú”, debido a que los partidarios de Valdivieso, que contaban con mayoría en la Convención que convocada por el propio Valdivieso se había reunido en Quito el 7 de enero de 1835, habían decretado la muerte del Estado y la incorporación del Departamento de Quito -desde el río Carchi hasta la frontera con el Guayas- como una provincia de Nueva Granada (Colombia). “El Perú, de haberse cumplido el designio de agregación quiteña a Colombia, hubiera movilizado sus fuerzas para ocupar Loja, el Azuay y el litoral hasta Manabí, no solo para satisfacer sus demandas anteriores, sino para evitar que Colombia lo hiciera…” (Alfredo Pareja Diezcanseco.- Ecuador: la República Desde 1830 Hasta Nuestros Días, p.287).
De alguna manera, la batalla de Miñarica dio paso a una etapa de reconstrucción nacional, representada por la administración civilizadora y progresista de Vicente Rocafuerte.