Egas Camilo
Pintor quiteño nacido en 1889.
Perteneció, junto a Pedro León, Manuel Rendón, Víctor Mideros, Antonio Bellolio y otros artistas, a la llamada generación precursora, que empezó a imponer su arte a partir de 1915.
Tenía 22 años de edad cuando en 1911 viajó a Roma para estudiar arte, pero poco tiempo después debió regresar a Quito obligado por la Primera Guerra Mundial y sus secuelas económicas. Fue entonces alumno de Paul Bar, y bajo su orientación e influencia logró, en 1918, ganar el “Mariano Aguilera”, considerado el salón más importante de esa época. Para esa ocasión presentó sus telas “San Juanito”, Los Sahumeriantes” y “Sanjuanito”; en las que ya se pudo apreciar su tendencia a expresarse a través de motivos indígenas y mestizos, marcando –de alguna manera- el inicio de una corriente que durante muchos años identificaría a la pintura ecuatoriana.
“Pero Egas estaba aún muy distante de lo que harían en México Rivera y Orozco, y en el Perú Sabogal y Camilo Blas. Sus indios aún tenían dejos estetizantes –y los tendrían, aunque estilizados con seguro gusto, a lo largo de la década de los veintes” (Hernán Rodríguez Castelo.- El Siglo XX en las Artes Visuales de Ecuador, Banco Central de Guayaquil).
Para 1923 su calidad plástica había superado sus propias expectativas y nuevamente –con “Retrato de mujer”- obtuvo el “Mariano Aguilera”.
En 1927 se radicó en New York, U.S.A., donde desde 1935 dirigió la Escuela de Pintura de la New School for Social Research, donde tuvo como alumno al guayaquileño Eduardo Solá Franco. Por esos años visitó Quito donde –comprendiendo que la deformación era en una de las claves de la visión artística contemporánea- presentó, por primera vez, deformaciones monstruosas del indio ecuatoriano. Su obra causó asombro y repugnancia, pero constituyó un aporte decisivo a la nueva pintura ecuatoriana.
“Egas, quiteño, fue el precursor del indigenismo. Espíritu inquieto, ávido de novedades, no se quedó en ese punto. Su vuelo intelectual lo llevó a transitar por el cubismo, el expresionismo, el surrealismo y hasta por el abstraccionismo. A excepción de esta, manejó las demás tendencias en el aforo del realismo social. Por eso, su cuota para rebasar lo que el mismo había ayudado a nacer, aparece dispersa, sin que se niegue la validez que tiene en la diversificación de rumbos del arte nacional. Entre lo más sólido que dejó, de todos modos, se cuenta la persistente imagen del indio en su pintura y el fervor del mensaje social que tantos artistas hicieron suyos» (Lenín Oña).
Durante el período del expresionismo, que se manifestó en la década de los treinta, pintó telas vigorosas como “La Calle 14” (1937); y posteriormente, buscando renovar sus formas, pasó al surrealismo y montó en New York una exposición donde su superrealismo, traspasado de expresionismo, llegó a extremos de angustioso patetismo, como en el caso de “Desolación” (1949). Más tarde vivió una época neocubista de gran vigor, que quedó plasmada en telas como “Gente en el Campo” (1957), y hacia el final exploró las posibilidades ilimitadas del abstracto.
“Su mayor y casi precoz descubrimiento fue que todo lo que pasaba en el mundo de su época era tan contradictorio e ideologizado que solo podía captarse y trasmitirse en símbolos” (Mario Monteforte.- Los Signos del Hombre. Plástica y Sociedad en el Ecuador).
Murió en New York, en 1962.