Cap. Luis Urdaneta
Patriota y héroe de la independencia nacido en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, el 25 de agosto de 1796; hijo de don José de Urdaneta Barrenechea y Troconís, y de doña Francisca Faría.
Por su condición social no le fue difícil ingresar como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de Maracaibo, donde inició su carrera militar.
Posteriormente pasó al distinguido batallón realista “Primero de Numancia” destinado al Perú, pero a mediados de 1820 las autoridades españolas descubrieron sus ideas americanistas y le ordenaron volver a Venezuela. Fue así como, a finales de julio y a bordo del bergantín angloamericano “Tiber”, en tránsito hacia Venezuela llegó a Guayaquil junto a otros destacados oficiales del mismo batallón a quienes también se había ordenado regresar por idénticas razones: León de Febres-Cordero y Miguel de Letamendi.
Inmediatamente los tres oficiales hicieron buena amistad con los patriotas guayaquileños que ya estaban planeando un movimiento independentista, e invitados por ellos asistieron a la fiesta que el 1 de octubre de ese mismo año se dio en casa de don José de Villamil. Fueron entonces conducidos a la reunión secreta que en esa misma fiesta promovió el prócer guayaquileño don José de Antepara, a la que él mismo llamó «La Fragua de Vulcano», y en la que se acordaron los últimos preparativos para el movimiento revolucionario de Guayaquil.
Por su talento y experiencia militar se convirtió en verdadero pilar de la Revolución del 9 de Octubre de 1820, que dio la libertad a Guayaquil y abrió las puertas de la independencia a todos los pueblos de Quito; y fue justamente él, acompañado por Lorenzo de Garaycoa y varios patriotas más, quien tuvo la misión de capturar el Cuartel Daule, destacamento militar realista que se encontraba bajo el mando del valeroso comandante Joaquín Magallar, a quien personalmente tuvo que ultimar para asegurar el éxito del movimiento revolucionario. Posteriormente asistió también a la toma de la batería de Las Cruces, al sur de la ciudad.
Triunfante la revolución, la primera Junta de Gobierno de Guayaquil lo ascendió al grado de Teniente Coronel y le confió el mando de un escaso y mal organizado ejército, al frente del cual marchó hacia el interior para intentar liberar a las provincias de la sierra.
El 9 de noviembre los hijos de la libertad vieron premiados sus esfuerzos en los campos de Camino Real, donde lograron su primera victoria militar derrotando a las fuerzas realistas que venían hacia Guayaquil para intentar sofocar la revolución.
Desgraciadamente, el 22 del mismo mes, cuando aún saboreaba el dulce licor de la victoria, sus fuerzas fueron derrotadas en los campos de Huachi debido a la deserción del «Cacique» Alvarez, quien, a pesar de haber recibido instrucciones precisas, abandonó el campo de batalla justo en los momentos en que la victoria parecía sonreír nuevamente a los patriotas.
Volvió entonces a Guayaquil con lo que quedaba de su ejército derrotado, y al poco tiempo se enroló como oficial subalterno bajo las órdenes del Gral. Antonio José de Sucre, con quien luchó en todas las campañas por la independencia.
Después de la Batalla del Pichincha hizo la campaña del Perú, luchó en Junín y participó en la toma de Lima.
Al estallar en 1829 la guerra Perú-Grancolombiana, luciendo el grado de General recibió de Sucre el encargo de atacar los puntos más avanzados del enemigo que ya había llegado a los campos de Tarqui, y en cumplimiento de esa orden, arremetió ferozmente contra los peruanos a los que obligó a retirarse hasta Saraguro, población que ordenó sea incendiada por haber ayudado a los invasores.
Instaurada la República del Ecuador y cuando el Gral. Juan José Flores había empezado a realizar los primeros movimientos con el propósito de separarse definitivamente de la Gran Colombia, buscó el respaldo de algunos batallones acantonados en Guayaquil y Samborondón, y el 28 de noviembre de 1830 se insurreccionó contra Flores.
El 2 de diciembre, sus propósitos de mantener vivos los ideales de Bolívar se extendieron como un reguero de pólvora por todas las provincias de la sierra, y pocos días después enfrentó al ejército de Flores en las cercanías de Ambato y Latacunga; pero al conocer que el 17 de diciembre había muerto el Libertador, a pesar de contar con un poderoso ejército consideró que el espíritu de sus ideales ya no tenía razón de ser, y prefirió deponer las armas.
El Gral. Flores le proporcionó entonces una escolta que lo acompañó hasta la isla Puná, donde por el mes de mayo de 1831 partió en una nave con rumbo a Panamá.
“¡Pobre general Urdaneta, el último adicto incondicional del Libertador, el que se esforzó en alzar su bandera abatida ya por el cierzo del infortunio político! Guerrillero audaz, aunque un tanto cruel y de insostenible carácter, según unos. Se hundió poco a poco en la desgracia y tuvo mala fortuna en Panamá a donde fue a dar con otros compañeros”
(J. Gonzalo Orellana.- Resumen Histórico del Ecuador, p. 19).
En efecto, al poco tiempo de llegado a Panamá se involucró en un movimiento revolucionario que fracasó, y luego de ser capturado fue fusilado el 27 de agosto de 1831.