Consejo Supremo de Gobierno
Luego de los cuatro años que duró la fastuosa dictadura del Gral. Guillermo Rodríguez Lara, llamada ilusoriamente Gobierno Nacionalista Revolucionario, en la mañana del día lunes 11 de enero de 1976 el país se desayunó con la noticia de que una nueva dictadura se había tomado el poder.
En efecto, a las 7:30 a.m. de ese día, y luego de la suntuosa recepción que había dado en el Palacio de Carondelet con motivo del matrimonio de una de sus hijas, el Gral. Rodríguez Lara se retiró «voluntariamente» del gobierno y declinó el mando en favor de un triunvirato integrado por el entonces Comandante de Marina, Valm. Alfredo Poveda Burbano; el Comandante del Ejército, General de Brigada Guillermo Durán Arcentales; y el Comandante de la Fuerza Aérea, Gral. Luís Leoro Franco.
Inmediatamente los nuevos gobernantes anunciaron, entre otras cosas, sus intenciones de restablecer la economía y encauzar al país por el camino de la democracia.
Al igual que siempre, la ciudadanía recibió el cambio con optimismo, y desde los primeros días se mantuvo un clima de paz, de trabajo y de armonía social, laboral y estudiantil. En los primeros meses, en base al buen manejo de la economía se logró controlar la inflación manteniéndola en índices bajos fácilmente manejables, y los grandes ingresos que por concepto de la venta de petróleo obtenía el país permitieron impulsar su desarrollo convirtiendo en realidad obras de gran envergadura como la electrificación, los planes viales y las construcciones escolares.
Pero la bonanza no podía ser eterna, y debido al agresivo endeudamiento del gobierno pronto empezaron a caer una serie de impuestos que lastimaron la economía de las clases más necesitadas, situación que se vio agravada cuando los dictadores anunciaron una nueva alza de la gasolina.
Entonces, como sucede en toda dictadura, los políticos de oposición empezaron una calculada labor de hostigamiento que pronto dio sus primeros frutos, cuando los transportistas de todo el país exigieron al gobierno la inmediata «alza de pasajes»: Ese fue el inicio de una serie de manifestaciones populares en rechazo al alto costo de la vida, que culminó cuando grupos de estudiantes se lanzaron a las calles para expresar su descontento con pedradas.
Cosa similar sucedió con el extraño y tortuoso plan de retorno al régimen constitucional, que entre otras cosas se opuso a la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Pero como frente a la reacción se manifestaban activas ciertas corrientes políticas progresistas que aceptaban el plan de gobierno, se designaron las tres comisiones que se necesitaban: Una para elaborar un proyecto de nueva Constitución, otra para reformar la de 1945, y una última para presentar proyectos a la Ley de Elecciones y a la Ley de Partidos.
Se convocó entonces a un referéndum y la mayoría de los ciudadanos aprobó la nueva Constitución, en la que se le dio el derecho al voto a los ciudadanos analfabetos: Ese referéndum y esa constitución condenaron al Ecuador a estar en manos de los menos capacitados.
Un gravísimo conflicto laboral se inició a principios de octubre de 1977 cuando, luego de aumentar el precio del quintal de azúcar, no se reconoció el derecho de aumento salarial que los trabajadores del Ingenio Azucarero Aztra tenían sobre el 20% de dicho incremento.
Luego de varios intentos conciliadores y asesorados por los dirigentes de las principales centrales sindicales, los trabajadores de dicho ingenio anunciaron una huelga que se inició el 18 de octubre, cuando los zafreros se tomaron las instalaciones del ingenio, situado en La Troncal.
Esa misma noche y “cumpliendo órdenes superiores”, fuerzas policiales entraron a sangre y fuego para proceder al desalojo de los huelguistas, que en gran número fueron asesinados mientras se mantenían en sus puestos de trabajo convencidos que defendían lo que consideraban sus derechos. Para entonces, no había ya ningún dirigente sindical en dichas instalaciones.
En pocos minutos aparecieron las primeras víctimas, y haciendo de Gerardo Teneguzñay “un símbolo de su decisión inquebrantable de resistir cualquier embate policial, los trabajadores decían: Si decenas de nuestros hermanos han sido masacrados por los chapas, más vale morir de pie y peleando que escondiéndonos debajo de la cama”
(Víctor Granda Aguilar.- “La Masacre de Aztra”).
A principios de 1978 -y con el propósito de que el país retorne al régimen de Derecho- la dictadura convocó a un proceso electoral para elegir Presidente de la República y demás autoridades nacionales y seccionales (representantes al Congreso Nacional, alcaldes, prefectos, consejeros y concejales), lamentablemente y debido a la poca confianza que la ciudadanía tenía en sus gobernantes, el proceso estuvo envuelto en una serie de interrogantes que pusieron en seria duda la forma como este se realizaría.
A pesar de ello se presentaron las candidaturas presidenciales del Arq. Sixto Durán Ballén, por el Partido Social Cristiano, del cual era uno de sus fundadores; del Ab. Jaime Roldón Aguilera, respaldado por Concentración de Fuerzas populares (CFP) y su máximo líder Asaad Bucaram; del Ec. Abdón Calderón Muñoz, por el Frente Radical Alfarista, del insigne liberal Dr. Raúl Clemente Huerta; del Dr. Rodrigo Borja Cevallos, por la Izquierda Democrática; y del Ab. René Meuge, por el Frente Amplio de Izquierda.
El proceso electoral causó muchos problemas a los dictadores, sobre todo cuando, con motivo de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, los candidatos a la primera magistratura del país -con el propósito de lograr del pueblo los votos necesarios- apuntaron el fuego de todos sus cañones hacia ellos acusándolos de graves delitos y denunciando más de una irregularidad.
Uno de los más constantes y valientes detractores del gobierno fue el Ec. Abdón Calderón Muñoz, quien en la noche del 29 de noviembre fue salvajemente atacado en la ciudad de Guayaquil, por sicarios que luego se comprobó obedecían ordenes del Ministro de Gobierno, Gral. Bolívar Jarrín Cahueñas. Víctima de las heridas recibidas, el Ec. Calderón murió el 9 de diciembre de ese mismo año.
En la primera vuelta electoral -realizada el 16 de julio de 1978- resultaron triunfadores el Arq. Sixto Durán Ballén y el Ab. Jaime Roldós Aguilera, quienes pasaron a la segunda vuelta que se realizó el 29 de abril de 1979, y en la que resultó triunfador el binomio formado por el Ab. Jaime Roldós Aguilera y el Dr. Osvaldo Hurtado Larrea. Así, luego de siete años y medio de agitado gobierno dictatorial, el país volvió al régimen constitucional el 10 de agosto de 1979.
Ya por esa época el Ecuador había entrado de lleno en el mercado mundial, no porque hubieran aumentado de manera significativa sus exportaciones de materias primas tradicionales como banano, cacao, café, azúcar, etc.-, sino por el extraordinario y cada vez creciente monto de los ingresos producidos por las exportaciones petroleras, que desde 1974 se habían convertido en el primer rubro de nuestra economía. Esta situación hizo que nuestro país se volviera más atractivo para las inversiones extranjeras y en consecuencia, nuevos bancos internacionales abrieron sus oficinas tanto en Guayaquil como en Quito.
Esta imagen de país petrolero “Nuevo Rico” facilitó la contratación de créditos externos en cifras que el Ecuador jamás había recibido en su historia, produciéndose un agresivo endeudamiento que para 1981 alcanzaría cifras que bordearían los 5.870 millones de dólares.