Ramírez y Fita Dr. Cayetano
Religioso y político nacido en la ciudad de Latacunga el 6 de noviembre de 1776, hijo de don Mariano Ramírez y de doña Beatriz Fita.
Fue un sacerdote valiente que desde temprana edad intervino en diferentes aspectos de la vida política de su época, sobre todo en las luchas por la independencia y en los primeros años de la República.
Desde el 7 de enero de 1805 ocupó el cargo de cura de Montecristi, y desde entonces se destacó por su valor y celo en defender la integridad de las tierras de su curato.
Habiéndole correspondido vivir en una época de grandes transformaciones políticas y religiosas, y criado en el seno de una comunidad civil incesantemente agitada, no pudo desarrollar su actividad pastoral sin tomar parte también en los negocios públicos de la Patria.
No intervino en los sucesos relacionados con la independencia de Manabí por haber estado ausente de su parroquia, pero su patriotismo quedó demostrado posteriormente en Cuenca, donde influenció en Vásquez de Noboa para que proclame el movimiento libertario; luego se trasladó a Guayaquil donde solicitó de la Junta de Gobierno el auxilio de hombres y armas para respaldar a los patriotas azuayos.
En 1822 fue uno de los más fogosos partidarios de la Anexión de Guayaquil a Colombia, y dos años más tarde, el 20 de octubre de 1824 viajó al Congreso de Bogotá como representante de la nueva provincia de Manabí, dignidad a la que nuevamente fue elegido en 1829 para asistir al histórico Congreso Admirable.
Asistió como Diputado por Manabí a la Primera Constituyente que, convocada por el Gral. Juan José Flores, se reunió en la ciudad de Riobamba desde el 14 de agosto de 1830, y donde por su talento y habilidad política tuvo una actuación brillante y ortodoxa. «Mociona por la supresión del departamento y que la República se divida en provincias, como lo ordenaría más tarde tímidamente Rocafuerte y en forma radical García Moreno. Quiere que el Presidente de la nación sea elegido por las asambleas electorales, como lo sería Robles veinticuatro años después, y que sea ecuatoriano de nacimiento, lo que era un rudo golpe contra Flores. Trabaja porque el Congreso sea bicameral y porque se restablezcan las municipalidades suprimidas por Bolívar. Como éste hubiese cerrado los puertos de Manta y Bahía, inicia la campaña para abrirlos y lo consigue no sin larga lucha» (Wilfrido Loor.- José María Yerovi, tomo I, p, 179).
Asistió al Congreso de 1841 en representación de Manabí y Loja; y el 18 de marzo de 1842, el Presidente de la República, Gral. Juan José Flores, lo nombró Deán de Guayaquil.
Así, el 10 de septiembre de 1843, luego de 37 años de haber servido a la ciudad de Montecristi, se trasladó a Guayaquil para asumir su nuevo cargo.
Su espíritu religioso mantuvo siempre una tenaz lucha con sus pasiones políticas; fue por eso que en 1845 participó en la Revolución Marcista que puso fin a la dominación floreana, y en 1853 combatió y criticó duramente la elección del padre José María de Jesús Yerovi como Vicario Apostólico de Guayaquil, pero sus protestas, a pesar de estar respaldadas por varias personalidades entre las que se destaca el ilustre padre Solano, no tuvieron eco y el padre Yerovi, con su abnegada santidad, pudo cumplir con su obra.
Sus sermones ejercían una influencia extraordinaria en quienes lo escuchaban, pues tenía un gran talento para predicar la palabra de Dios y para exponer sus ideas políticas. Fustigaba en ellos los abusos imperantes con una severidad exenta de todo miramiento, en la cual se manifestaba el hombre al amparo de todas sus pasiones.
«Ramírez y Fita tenía fundadas razones de que el Papa le nombraría Obispo, cediendo a la presión de Urbina, y que el Vicariato Apostólico de Yerovi fuese muy transitorio. El Papa, si bien no aceptaba que las nuevas Repúblicas americanas sucediesen al Rey en el derecho de Patronato, en un deseo de cordialidad para con los gobiernos elegía obispos a las personas por ellos designadas, si eran dignos de la mitra: Cuero, Arteta, Garaycoa, Carrión, Plaza eran vivos ejemplos de esta política... Ramírez y Fita nunca llegó a suponer que Urbina no gozase de la confianza de que gozaron en Roma, Bolívar, Flores, Rocafuerte, Roca, Noboa, y que él viniese a ser la primera excepción de Obispo electo por la autoridad civil a quien el Papa le negaba la mitra» (W. Loor.- ídem, p. 237).
Finalmente, el combativo y valeroso clérigo que bajo la protección del Gral. Urbina quiso ser Vicario Capitular y Obispo de Guayaquil, enfermo y debilitado por los años entregó su alma a Dios el 14 de abril de 1854.
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