Dr. Javier Espinosa y Espinosa
Político, estadista y repúblico quiteño nacido en el año 1815, hijo del Dr. Manuel Espinosa Ponce y de la Sra. Petrona Espinosa de los Monteros.
Tenía siete años de edad cuando -al igual que todo el pueblo quiteño- fue testigo de uno de los momentos más importantes de nuestra historia: La Batalla del Pichincha que el 24 de mayo de 1822 selló de manera definitiva la independencia de nuestra patria. Posiblemente desde esa época ya se había despertado en él ese sentido de justicia y democracia que rigió todos los actos de su vida.
Todos sus estudios los realizó en su ciudad natal, y los culminó en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Quito cuando en 1838, a los 23 años de edad, obtuvo el título de Abogado.
Siempre estuvo interesado en la política y en los problemas nacionales, y al concluir la Revolución Marcista que en 1845 puso fin a la dominación floreana fue nombrado Oficial Mayor del Ministerio de Gobierno y Secretario de la Comisión Legislativa Permanente; más tarde fue Secretario de las Cámaras Legislativas y de la Dirección de Crédito Público y, finalmente, en 1852 fue llamado por el gobierno del Gral. José María Urbina para desempeñar el cargo de Ministro de lo Interior, funciones a las que renunció poco tiempo después para no firmar la expulsión de los jesuitas que había sido decretada por el gobernante.
Se trasladó entonces a Guayaquil donde fue Ministro Juez y Fiscal de la Corte Superior, y posteriormente volvió a Quito para desempeñar los cargos de Secretario General del Estado y Ministro Fiscal de la Corte Suprema, en 1865.
El 20 de enero de 1867 -gracias a las presiones que ejerció el Dr. Gabriel García Moreno y elegido por el Congreso- asumió el cargo de Presidente Constitucional de la República; pasó entonces a sustituir al Dr. Jerónimo Carrión por el tiempo que a éste le faltaba para concluir su mandato.
El 16 de agosto de ese mismo año, un espantoso y violento terremoto arrasó la provincia de Imbabura y destruyó sus principales ciudades. En Ibarra no quedó casi ningún habitante, y poblaciones progresistas como Otavalo y Cayambe quedaron reducidas a un montón de escombros. Los muertos sumaron una cifra pavorosa: Veinte mil personas.
Se desató entonces -como siempre sucede en nuestro país luego de este tipo de calamidades- una angustiosa ola de robos y de crímenes: Problemas económicos, médicos, sanitarios, de abastecimiento y de reconstrucción cayeron sin piedad sobre la provincia en desgracia. Ante esta situación consideró que la persona más capacitada para enfrentar y resolver las terribles dificultades por las que atravesaba la región era el Dr. Gabriel García Moreno, a quien designó como delegado suyo -con el título de Jefe Civil y Militar de Imbabura- en la difícil misión de salvar vidas y haciendas, enfrentar el hambre y las necesidades, y dar comienzo a la reconstrucción moral y material de la provincia.
A pesar de haber sido elegido gracias al respaldo del Dr. García Moreno, durante su gobierno obró con total independencia y apego a la ley, respetando las libertades y evitando todo tipo de persecución y represión política, y lo que es más, permitió que Juan Montalvo publicara «El Cosmopolita», a pesar de que a través de sus páginas éste combatía la influencia de García Moreno y su posible reelección.
Basándose en los principios de respeto a la ley y a la justicia que lo caracterizaban, empezó los preparativos para convocar a nuevas elecciones presidenciales, en las que desde el primer día se perfiló como posible triunfadora la candidatura liberal de don Francisco X. Aguirre Abad, «pero mal avenido con toda medida enérgica, «en la persuasión de que un pueblo como el nuestro debe ser regido con lenidad y de que la libertad ciudadana debe estar asegurada y equilibrada por la tolerancia y la bondad», cayó víctima de las hostilidades de su contendor inmediato, y «porque no se prestó después a servir de juguete al hombre que de tanto influjo disponía ya en los centros políticos de su país, mereció su desconfianza y aversión».
(J. Gonzalo Orellana.- Resumen Histórico del Ecuador, p. 44)
En efecto, «la noche del 16 de enero de 1869, García Moreno, apoyado por algunos altos jefes y por prestigiosos amigos suyos, logró dar el golpe de Quito y hacerse reconocer como Jefe Supremo del país. El 21 de enero logró igual reconocimiento en Guayaquil, con una celeridad que no dejó campo a sus adversarios para reaccionar acertadamente»
(Eduardo Muñoz Borrero.- En el Palacio de Carondelet, p. 153).
Consumado el golpe de estado, el Dr. Javier Espinosa fue desterrado a Lima, Perú, donde murió el 4 de septiembre de 1870.