Dr. José Luis Tamayo
Abogado y político nacido en Chanduy -cantón Santa Elena de la provincia del mismo nombre- el 29 de julio de 1858, hijo del Sr. Manuel Tamayo Roca y de la Sra. Josefa Terán Martínez.
Acababa de cumplir su primer año de edad cuando quedó huérfano de padre y madre, por lo que sus primeras enseñanzas las recibió de su abuela materna, que era profesora en Chanduy.
Ya había cumplido los once años cuando -en 1869- monseñor Luis de Tola y Avilés -que era su padrino de bautizo- lo trajo a Guayaquil donde dictaba cátedras y ejercía las funciones de obispo auxiliar; fue así que, gracias al célebre obispo, pudo continuar sus estudios hasta obtener en 1878, con magníficas calificaciones, el grado de Bachiller. Ingresó luego a la Facultad de Jurisprudencia, donde en 1887 obtuvo el título de Abogado.
Por esa época, obedeciendo a una fuerte vocación periodística colaboró con el «Diario de Avisos» de Guayaquil; posteriormente lo hizo también con «La Opinión Pública», la «Revista Literaria» y «El Cometa»; y más tarde publicó un periódico al que llamó «La Reforma», por medio del cual presentó candidatos para las cámaras de senadores y diputados.
En 1893 formó parte del comité para la investigación del bullado asunto que fue llamado la Venta de la Bandera, y luego del triunfo de la Revolución Liberal del 5 de junio de 1895 fue destinado para asumir el cargo de Jefe Civil y Militar de Manabí. Al poco tiempo volvió a Guayaquil para ocupar la secretaría de la Gobernación y más tarde el Gral. Alfaro le encargó la subsecretaría del Ministerio del Interior de la dictadura, y junto a él asistió a la Batalla de Gatazo.
En 1898 fue elegido Diputado por la provincia de Esmeraldas y Presidente del Congreso Extraordinario que se reunió en Quito, dignidad a la que fue reelegido al año siguiente.
Al iniciarse la campaña presidencial de 1901 apoyó, como todos los liberales, la candidatura oficial del Gral. Leonidas Plaza. Ese mismo año fue elegido Senador por la provincia de Esmeraldas, y al año siguiente Presidente de dicha Cámara.
Alejado del alfarismo, en 1905 respaldó al Gral. Leonidas Plaza en su afán por llevar a la Presidencia de la República al Sr. Lizardo García. Ese mismo año fue elegido nuevamente Presidente de la Cámara del Senado, cargo que esta vez ejerció por muy pocos meses, pues el 1 de enero de 1906 estalló la revolución en contra del gobierno, y luego del triunfo del Gral. Alfaro en los campos de Chasqui -que determinó el derrocamiento del Sr. García- se retiró a sus actividades particulares y se mantuvo alejado de la política hasta el año 1907, en que fue desterrado por el régimen alfarista.
A su regreso se mantuvo dedicado exclusivamente a sus actividades profesionales y se convirtió en uno de los más notables y respetables miembros del foro guayaquileño. En 1912, cuando ocurrió el horrible y sangriento Asesinato de los Héroes Liberales, a pesar de identificarse con el grupo liberal placista, como hombre de bien no pudo dejar de expresar su repudio a dicho acto de primitivo salvajismo. Aun así, cuando en 1916 el segundo gobierno del Gral. Plaza llegaba a su fin, su nombre sonó insistentemente para ocupar la Presidencia de la República, pero el partido presentó la candidatura del Dr. Alfredo Baquerizo Moreno, que resultó triunfador.
Al finalizar dicho gobierno el Partido Liberal promovió nuevamente su candidatura presidencial, y respaldado oficialmente resultó triunfador en dichas elecciones con 126.945 votos, sobre los 722 que alcanzó el Dr. Gonzalo S. Córdova R.
Ascendió a la Presidencia de la República el 1 de septiembre de 1920 -vísperas del primer centenario de la gloriosa Revolución del 9 de Octubre de 1820- y de inmediato inició una política gubernamental tendente a lograr el acercamiento entre todos los partidos políticos, procurando por todos los medios sacar adelante al país en una época que se caracterizó por las grandes transformaciones políticas y sociales, y en momentos en que vivía una de sus peores crisis económicas.
«Al principiar la gestión administrativa prestó atención marcada al estado económico de la nación; reiteradas ocasiones se trasladó al puerto de Guayaquil, tratando de obtener arreglos con los bancos en relación con los cambios internacionales en que tuviera parte el erario nacional y la urgencia de hacer llevadera la situación del pueblo, exangüe ya ante la explotación burocrática, siempre inhumana y codiciosa…» (J. Gonzalo Orellana.- Resumen Histórico del Ecuador, p. 90).
A pesar de sus esfuerzos, la oposición política que tenía en Guayaquil -liderada por el Sr. Enrique Baquerizo Moreno que también había sido derrotado en las elecciones presidenciales- se empeñó en ofrecer una tenaz aunque injusta resistencia, acusando al gobierno de ser el causante y el responsable de la constante pobreza que sufrían las clases más necesitadas.
En 1922 el Sucre fue devaluado de 2.00 a 3,20 por dólar y la carestía de la vida llegó a límites realmente alarmantes; en octubre los trabajadores del Ferrocarril se declararon en huelga, y un mes mas tarde, en Guayaquil, los trabajadores de Luz y Fuerza Eléctrica y los de los Carros Urbanos -reunidos en una gran asamblea- presentaron al gobierno un pliego de peticiones. A la agitación popular se sumó la fracción oligárquica antigobiernista íntimamente vinculada con la actividad bancaria y opuesta al Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil que ejercía su poderosa influencia en todos los círculos de gobierno.
Finalmente la situación hizo crisis en Guayaquil cuando estalló la insurrección popular del 15 de noviembre de 1922 (ver Revolución), que produjo gran cantidad de muertos y la reacción multitudinaria del pueblo y los estudiantes que -arengados por politiqueros oportunistas y por dirigentes de la naciente extrema izquierda revolucionaria- intentaron desestabilizar al gobierno; sin embargo, el presidente no se doblegó y se mostró inflexible y dispuesto a no claudicar.
Ese día, el ejército y la policía reprimieron violentamente las acciones vandálicas y de saqueo que se ocultaban tras la manifestación popular.
Si bien es cierto que el movimiento revolucionario fue gestado y tuvo su epicentro en Guayaquil, en los campos de la sierra hubo también reclamos. «Los campesinos, exasperados por la pobreza y el hambre, pidieron tierra y aumento de jornales, pues ya el «real» diario no les alcanzaba para vivir. Los terratenientes juzgaron esta actitud de los labriegos como un indigno grito de rebelión, y pidieron y obtuvieron, en el acto, soldados para ahogar en sangre la protesta. Una de las más crueles matanzas de labriegos -entre los que se anotaron mujeres encinta y niños indefensos-, fue la que se realizó en la hacienda Leyto, de la provincia de Tungurahua, en la mañana del 13 de septiembre de 1923″ (Eduardo Muñoz Borrero.- En el Palacio de Carondelet, p. 355).
Durante su gobierno se realizaron importantes obras como la inauguración, en la Cima de la Libertad, del obelisco dedicado a los héroes de la Batalla del Pichincha, al cumplirse los cien años de la misma; se inauguró la radiocomunicación entre Guayaquil y Quito; se construyó el Colegio 24 de Mayo, en Quito; se abrió la Escuela Técnica de Aviación, en Guayaquil; se extendió la red de electricidad al valle de los Chillos, a Tulcán, San Gabriel, Cubijíes, Naranjito, Sangolquí y Tixán; se instalaron las bombas de agua potable para Quito y lo que es más importante, procuró resolver los graves problemas financieros que el Estado mantenía con la banca privada, a la que conocía muy de cerca, por lo que en una ocasión manifestó textualmente: «No ganen tanto, señores banqueros». Inició la construcción de la Catedral de Guayaquil, estableció el estanco de aguardiente y tabaco, construyó el edificio de la Gobernación del Guayas y muchas obras más; finalmente procuró el saneamiento de Guayaquil a la que pavimentó, canalizó y dotó de agua potable y de un Hospital General.
Su gobierno, que de acuerdo con la Constitución finalizó el 31 de agosto de 1924, se caracterizó por su honradez y por las transformaciones sociales que sufrió el país, no por la bondad de su política gubernativa, sino por que el pueblo guayaquileño las exigió y luchó por ellas.
Se reintegró entonces a sus actividades particulares negándose a aceptar honores o pensiones, inclusive la que le asignó el Congreso. En 1940 desempeñó la presidencia del Concejo Cantonal de Guayaquil, pero sin percibir sueldo, y en 1942 fue declarado «Mejor Ciudadano de Guayaquil».
Siempre fue un ejemplo de rectitud y honorabilidad, y dedicado a sus actividades particulares, murió en la ciudad de Guayaquil el 7 de julio de 1947.
En 1922 el Sucre fue devaluado de 2.00 a 3,20 por dólar y la carestía de la vida llegó a límites realmente alarmantes; en octubre los trabajadores del Ferrocarril se declararon en huelga, y un mes mas tarde, en Guayaquil, los trabajadores de Luz y Fuerza Eléctrica y los de los Carros Urbanos -reunidos en una gran asamblea- presentaron al gobierno un pliego de peticiones. A la agitación popular se sumó la fracción oligárquica antigobiernista íntimamente vinculada con la actividad bancaria y opuesta al Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil que ejercía su poderosa influencia en todos los círculos de gobierno.
Finalmente la situación hizo crisis en Guayaquil cuando estalló la insurrección popular del 15 de noviembre de 1922 (ver Revolución), que produjo gran cantidad de muertos y la reacción multitudinaria del pueblo y los estudiantes que -arengados por politiqueros oportunistas y por dirigentes de la naciente extrema izquierda revolucionaria- intentaron desestabilizar al gobierno; sin embargo, el presidente no se doblegó y se mostró inflexible y dispuesto a no claudicar.
Ese día, el ejército y la policía reprimieron violentamente las acciones vandálicas y de saqueo que se ocultaban tras la manifestación popular.
Si bien es cierto que el movimiento revolucionario fue gestado y tuvo su epicentro en Guayaquil, en los campos de la sierra hubo también reclamos. «Los campesinos, exasperados por la pobreza y el hambre, pidieron tierra y aumento de jornales, pues ya el «real» diario no les alcanzaba para vivir. Los terratenientes juzgaron esta actitud de los labriegos como un indigno grito de rebelión, y pidieron y obtuvieron, en el acto, soldados para ahogar en sangre la protesta. Una de las más crueles matanzas de labriegos -entre los que se anotaron mujeres encinta y niños indefensos-, fue la que se realizó en la hacienda Leyto, de la provincia de Tungurahua, en la mañana del 13 de septiembre de 1923″ (Eduardo Muñoz Borrero.- En el Palacio de Carondelet, p. 355).
Durante su gobierno se realizaron importantes obras como la inauguración, en la Cima de la Libertad, del obelisco dedicado a los héroes de la Batalla del Pichincha, al cumplirse los cien años de la misma; se inauguró la radiocomunicación entre Guayaquil y Quito; se construyó el Colegio 24 de Mayo, en Quito; se abrió la Escuela Técnica de Aviación, en Guayaquil; se extendió la red de electricidad al valle de los Chillos, a Tulcán, San Gabriel, Cubijíes, Naranjito, Sangolquí y Tixán; se instalaron las bombas de agua potable para Quito y lo que es más importante, procuró resolver los graves problemas financieros que el Estado mantenía con la banca privada, a la que conocía muy de cerca, por lo que en una ocasión manifestó textualmente: «No ganen tanto, señores banqueros». Inició la construcción de la Catedral de Guayaquil, estableció el estanco de aguardiente y tabaco, construyó el edificio de la Gobernación del Guayas y muchas obras más; finalmente procuró el saneamiento de Guayaquil a la que pavimentó, canalizó y dotó de agua potable y de un Hospital General.
Su gobierno, que de acuerdo con la Constitución finalizó el 31 de agosto de 1924, se caracterizó por su honradez y por las transformaciones sociales que sufrió el país, no por la bondad de su política gubernativa, sino por que el pueblo guayaquileño las exigió y luchó por ellas.
Se reintegró entonces a sus actividades particulares negándose a aceptar honores o pensiones, inclusive la que le asignó el Congreso. En 1940 desempeñó la presidencia del Concejo Cantonal de Guayaquil, pero sin percibir sueldo, y en 1942 fue declarado «Mejor Ciudadano de Guayaquil».
Siempre fue un ejemplo de rectitud y honorabilidad, y dedicado a sus actividades particulares, murió en la ciudad de Guayaquil el 7 de julio de 1947.