Dr. Juan Borja Lizarzaburu
Nació en Guano, provincia del Chimborazo, el 6 de enero de 1821, hijo del realista Sr. Ramón Borja Villacís y de la Sra. Mariana Lizarzaburu y Larrea.
Todos sus estudios los realizó en la ciudad de Quito, y los culminó el 29 de octubre de 1842 cuando se incorporó al Cuerpo de Abogados de la República.
Pocos años después tuvo un violento enfrentamiento con el Dr. Gabriel García Moreno, quien a través del periódico quiteño El Vengador había acusado de aventurero a su hermano Manuel, por lo que, utilizando una hoja volante le respondió: “…mi hermano no es aventurero; aventureros son los que sin una moneda, sin otra recomendación que su osadía, aparecen en Quito de repente y se casan con mujeres ricas, sean o no viejas y feas…” Esta alusión a su vida privada enfureció tanto a García Moreno, que le juró venganza eterna.
A partir de 1849 inició una corta vida pública cuando fue elegido Concejal de Quito; posteriormente, en 1852 el Gral. Urbina lo nombró Director de la Casa de Moneda, y en 1856, al tiempo que volvía a ser elegido Concejal, el Gral. Robles lo nombró Gobernador de la provincia de Pichincha.
A iniciarse en 1859 el grave período de agitaciones políticas y desgobiernos que caracterizaron a esa época, respaldó al Gral. Robles e hizo frente, desde el interior del Palacio de Gobierno, a los ataques de los revolucionarios que respaldaban al triunvirato integrado por García Moreno, Jerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga; y cuando los gobiernistas fueron vencidos, García Moreno, en una de sus terribles y violentas “inspiraciones” pretendió condenarlo a la pena capital.
Una vez que hubo alcanzado el poder, García Moreno desató una feroz persecución en su contra e inclusive ordenó su destierro, pero desde la clandestinidad, en junio de 1864 participó junto al Gral. José María Urbina en un frustrado intento revolucionario, por lo que tuvo que volver a ocultarse. Poco tiempo después fue encontrado en su escondite de Quito por los pesquisas del gobierno, y al pretender escapar se arrojó por la quebrada de Manosalva (donde hoy es la esquina de la Flores y Sucre), con tan mala suerte, que en la caída se fracturó la mandíbula y quedó mal herido, lo que facilitó su captura.
Inmediatamente fue llevado ante el gobernante, quien gozando de su posición ordenó que sea engrillado en un calabozo, sin permitir siquiera que reciba atención médica para curar sus heridas. Al poco tiempo, dadas las condiciones infrahumanas en que era mantenido sus heridas empezaron a gangrenarse, aun así, García Moreno no permitió la asistencia de un médico para que lo cure.
No contento con el suplicio físico a que estaba condenada su víctima, García Moreno lo obligó a presenciar el fusilamiento de su mejor y más querido amigo, el general Maldonado, quien también sufría la ira vengadora del mandatario.
Al poco tiempo su madre asistió a una misa en la que comulgó junto al presidente, y al finalizar el servicio religioso se apresuró a salir de la iglesia en espera del mandatario. Cuando García Moreno apareció se arrojó suplicante a sus pies y le imploró: “Señor… por el Dios que lleva en su pecho, deje en libertad a mi hijo para poderlo atender…”, a lo que éste respondió: “Señora, Dios manda en el cielo y yo soy el juez en la tierra. Su hijo no saldrá del calabozo sino para ir al sepulcro”; y se alejó de ella, soberbio, dejándola de rodillas.
Pocos días más tarde, a las tres de la mañana del 6 de octubre de 1864, el Dr. Juan Borja Lizarzaburu murió en la oscura y húmeda soledad de su prisión.
Así terminó su vida este ilustre mártir, a los ciento cuatro días de su última prisión, legando al mundo y a la historia de su patria la brillante página de su heroico martirio, para oprobio y baldón de los tiranos.