Esperanza Matheus Peña
Lingüista y académica nacida en Guayaquil el 2 de Marzo de 1917, en la tradicional casa de Aguirre y Malecón -frente al río Guayas- donde también habían nacido sus padres, el Dr. Carlos Matheus y Pacheco de Saavedra, parlamentario, Presidente del Congreso y Encargado del Poder Ejecutivo, y doña Isabel María Yerovi Matheus de Matheus.
Desde su infancia tuvo gran predilección por la lectura, y al cumplir los 4 años de edad, entusiasmada por comprender el contenido de su libro de Historia Sagrada, apremiaba a su madre para que le explique el sonido de las sílabas escritas. Desde esa época y obedeciendo al llamado de su sensibilidad artística, pasaba también largas horas acariciando las teclas del piano, bajo la amorosa dirección de su madre.
Al morir su padre -en 1928- su madre se dedicó enteramente a ella y a la construcción de la Catedral de Guayaquil, a la que la ella siempre llamó “mi hermana de piedra”.
Dos años más tarde viajó a la ciudad de Quito para continuar sus estudios en el Pensionado de la Inmaculada, donde permaneció hasta 1932 en que, a causa de la “Guerra de los Cuatro Días “, debió suspender sus estudios en la capital.
Por esa época y a pesar de su corta edad, ayudaba a los programas culturales y a la enseñanza en los Centros Obreros de Instrucción. Así empezó a desarrollar su vocación comunitaria, para lo cual escribía interesantes obras de teatro y promovía eventos artísticos, musicales y de ballet, que contribuyeron de manera significativa en el desarrollo cultural de nuestra ciudad.
En 1949 fue fundadora del Centro de Cultura Hispánica de Guayaquil, del cual fue uno de sus miembros más distinguidos; y del Círculo Femenino de Cultura Hispánica (adjunto al anterior), que en su primera sesión ordinaria la eligió, en 1953, para ocupar el cargo de Presidenta.
Para 1956 ya había escrito sus primeras obras literarias, que consistían en pequeños cuentos y narraciones. Ese fue el inicio de una trayectoria que la llevarían a alcanzar las más altas distinciones dentro de las letras.
Fue así que de su inspiración, estudio e investigación, brotaron “Mito y Mística del Siete”, “Ecuatorianismos de Costa y Sierra”, “César Andrade y Cordero: Vida y Obra”, “Discurso para la Coronación del Dr. Luís Cordero Crespo”, “La Poesía de José María Egas: El Bardo de Dios”, “Las Lenguas Pre-Incaicas de las Costas del Reino de Kit-Us, hoy República del Ecuador”, “El Siete Esotérico”; las novelas “Rocío” (costumbrista), “Controversias del Corazón”, ”Margarita”, “Dos Besos” y “Un Ensayo como Prólogo para un Sueño: Beatriz Pacheco” (retrocognición sobre Beatriz Pacheco, Dama de Honor de la Reina Eleanor de Austria, segunda esposa de Francisco I).
“Alma Hispana”, fue su carta de presentación para ingresar, en 1980, a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española, donde leyó su discurso de presentación titulado “La Participación de la Mujer Ecuatoriana en la Creación de la Cultura del País”; además, las "Memorias de la Academia de la Lengua" correspondiente de la Real Española, los "Cuadernos del Guayas" y la prensa de Guayaquil, publicaron sus calificados artículos y comentarios relacionados con diferentes acontecimientos históricos y culturales.
En reconocimiento a su labor literaria y cultural, recibió varias distinciones como la Condecoración de su Santidad el Papa Pulo VI, El Lazo de Dama al Mérito Civil (España), La Encomienda de Cisneros (España), y el Lazo de Dama de la Orden de Isabel La Católica, entregada personalmente por Su Majestad el Rey Juan Carlos I de España, durante su visita al Ecuador. También fue miembro fundador de la Academia Arquidiocesana de Historia Eclesiástica y de la Obra Social y Cultural Sopeña. Perteneció además a la Sociedad Apostólica de Señoras y a la Guardia de Honor de la Virgen de Mercedes.
Estuvo casada con el médico cuencano Dr. Gerardo Peña Astudillo.
Su generosidad fue proverbial y tan discreta, que quienes se beneficiaron de ella nunca supieron de donde les llegaban las bendiciones; su casa fue un foro de cultura donde se dieron cita el arte y la intelectualidad, no solo de Guayaquil, sino de de todo el país.
Con su muerte, acaecida el 1 de diciembre del 2006, finalizó para el Ecuador una época social y cultural, cuya última representante fue, precisamente, ella.
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