Felipillo

Indígena de la época de la conquista cuya vida estuvo llena de traiciones en contra de su propio pueblo y raza.

Su verdadero nombre era Hualpa, y -según don Antonio de Herrera y el sabio limeño Llano Zapata-, no era nativo de Puná, como erróneamente se repite, sino de Pochos, un pueblecito cercano al lugar donde más tarde se fundó Piura.

Era muy joven cuando en 1526 fue capturado por Bartolomé Ruiz, y ya con los conquistadores aprendió rápidamente el idioma español y pudo servirles como guía e intérprete, facilitando además sus acciones de conquista y saqueo.

El mismo Atahualpa -que ignoraba su traición- permitió su presencia e intervención como intérprete cuando los españoles llegaron a Cajamarca, y aceptó la cita fatal que culminó con su captura y muerte posterior.

Cuando los españoles iniciaron la conquista de estos territorios, reveló todas las estratagemas y planes de guerra de Rumiñahui y sus generales, que intentaban desesperadamente defender a su pueblo.

Descubierto al fin, buscó la protección de los españoles a quienes había servido, pero éstos pagaron su actuación con la única moneda con que se paga a los traidores: La muerte.