Gral. Fernando Ayarza
Patriota y héroe de la independencia nacido en Portobelo, Panamá, por el año 1800.
Llegó a Guayaquil en 1821 como subteniente del batallón Alto Magdalena, enviado por Bolívar para respaldar a los guayaquileños que habían proclamado su independencia con la Revolución del 9 de Octubre de 1820.
Inmediatamente y bajo las órdenes del Gral. Mires, asistió -el 19 de agosto- al triunfo patriota obtenido en la batalla de Cone, y luego -el 12 de septiembre-, junto a Sucre, a la segunda derrota de Huachi. Más tarde combatió en casi todas las batallas por nuestra independencia hasta culminar dos años después en Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, donde como oficial del batallón Paya, bajo las órdenes del Gral. José María Córdova, dio muestra de un raro y heroico valor y patriotismo. Posteriormente continuó luchando en las filas patriotas, en las que ganó ascensos y honores, hasta finalizar la campaña independentista en la histórica batalla deAyacucho.
Pocos años después, al instaurarse la República del Ecuador en 1830, la adoptó como su verdadera patria y se puso bajo las órdenes del Gral. Juan José Flores.
Cuando en 1832 las tropas granadinas ocuparon algunos territorios del norte del Ecuador, marchó a dichas fronteras donde defendió valientemente la integridad de su nueva patria, rechazando los intentos del Gral. Obando de comprar con dinero y ofrecimientos a los oficiales ecuatorianos. Posteriormente, el 19 de enero de 1835 luchó junto a Flores en la sangrienta batalla de Miñarica para imponer en el gobierno al Dr. Vicente Rocafuerte, luego de la cual fue ascendido al grado de Coronel.
Durante quince años sirvió lealmente bajo las órdenes del Gral. Flores, pero a partir de 1844, comprendiendo que éste no podía eternizarse en el poder, se alejó del gobierno y se identificó con el movimiento revolucionario que se estaba gestando en Guayaquil para poner fin a la dominación floreana. Pudo entonces, gracias a su influencia militar, lograr que el Grupo de Artillería -que él había comandado anteriormente-, plegara y respaldara el golpe que estalló el 6 de marzo de 1845. Por su valerosa participación en la Revolución Marcista, la Junta de Gobierno lo ascendió al grado de General de Brigada.
El 2 de mayo de ese mismo año enfrentó a las fuerzas floreanas que al mando del sanguinario Gral. Otamendi se habían fortificado en la hacienda La Elvira, propiedad del Gral. Flores, en las cercanías de Babahoyo. Esta vez los revolucionarios fueron derrotados, pero al poco tiempo lograron importantes triunfos que culminaron con la rendición y la firma del Tratado de la Virginia, poniendo fin de esta manera a 15 años de dominación floreana.
Durante el gobierno del Dr. Vicente Ramón Roca, entre 1845 y 1849 prestó importantes servicios al país descubriendo y desbaratando varios intentos golpistas, y lo que es más importante, nuevamente defendió las fronteras del norte ante nuevos intentos granadinos de invadir nuestro territorio.
En 1859 fue nombrado Segundo Jefe del Ejército Nacional, y tuvo una nueva oportunidad de demostrar su amor al país y especialmente a Guayaquil, a la que defendió ante la presencia de la escuadra peruana, que traída por García Moreno y al mando del presidente Gral. Ramón Castilla, mantenía bloqueado el puerto con sus naves ancladas en el río Guayas, habiendo logrado, gracias a un hábil e inteligente acuerdo, que la ciudad no sea destruida por el fuego de la artillería enemiga.
Un año más tarde fue acusado de conspirar contra el gobierno provisorio que integraron García Moreno, Pacífico Chiriboga y Jerónimo Carrión; “Y a este ilustre veterano de la independencia americana, a este prócer que fue respetado por todos, grandes y pequeños, humildes y poderosos, amigos y enemigos políticos, le estuvo reservado en su ancianidad, cuando una corona de honrosas canas cubría su cabeza venerada, ser la víctima de los furores desencadenados por un hombre tan soberbio como implacable e inflexible en sus crueles resoluciones.
García Moreno sepultó en un calabozo al digno anciano, y no satisfecho todavía con los padecimientos que allí acosaban al viejo general, fuese a su prisión y, en uno de aquellos terribles arrebatos que tan funestos fueron para él como para sus víctimas, hizo que desnudaran las espaldas de Ayarza, y con mano sacrílega…! descargó el látigo sobre ese cuerpo gastado por los años y por honrosas luchas!…
Ni aun la intervención de ministros extranjeros, pudo, según es fama, impedir ese bárbaro atentado, dispuesto por un hombre ebrio de furor, que se cebó en la triste víctima, hasta el punto de arrebatar el azote al verdugo, instrumento del suplicio, y que se resistía a la ejecución, para descargar los golpes con su propia mano”
(C. Destruge.- Album Biográfico Ecuatoriano, tomo I, p. 179).
Los 500 azotes a los que había sido condenado, sólo se cumplieron a medias gracias a la oportuna intervención de importantes personalidades, entre las que se encontraba Roberto Ascázubi, cuñado del mandatario, quien interponiéndose entre el verdugo y la víctima logró detener el bárbaro castigo.
La reacción ante el ultraje y la humillación que se habían cometido en contra del patriota y prócer de la independencia, héroe de Pichincha y Ayacucho, no se hizo esperar. En Guayaquil, más de 300 oficiales firmaron una varonil protesta en su respaldo, y muchos de ellos pidieron la baja del ejército y el retiro del servicio activo.
Tres días más tarde, llevando la tristeza más amarga dibujada en su rostro, y con la horrible vergüenza de la humillación sufrida, el venerable general que había sido respetado por la muerte en un sinnúmero de batallas, murió en la ciudad de Quito mientras caminaba junto a una de sus hijas, el 23 de agosto de 1860.