Gral. José Domingo La Mar y Cortazar
Militar y político cuencano nacido el 12 de mayo de 1776, hijo del ciudadano español Sr. Marcos de Lamar y Migura y de la Sra. Josefa Cortázar y Lavayen, perteneciente a una de las más distinguidas familias guayaquileñas.
De temprana edad fue llevado a España por su tío el Dr. Francisco Cortázar para ingresar al Colegio de Nobles de Madrid, donde recibió esmerada educación y la instrucción militar necesaria para seguir con éxito la carrera de las armas, por la cual sentía verdadera vocación.
Al iniciarse las hostilidades entre España y Francia, en 1794, a los dieciocho años de edad partió con su regimiento, que era el de Saboya, para intervenir en la campaña de Rosellón, en la que participó asistiendo a varios y sangrientos combates en los que se destacó por su valor y coraje. Al suspenderse las luchas y firmarse el tratado de paz, obtuvo por su excelente comportamiento en campaña el grado de Capitán y continuó su brillante carrera militar en el mismo regimiento.
Durante la memorable y titánica lucha que a partir de 1808 España sostuvo contra las invasoras huestes napoleónicas, con el grado de Teniente Coronel fue destinado al ejército que defendió los muros de Zaragoza, donde desplegó todo su talento y habilidad militar haciendo verdaderos prodigios de valor para rechazar a los franceses, hasta que finalmente recibió varias heridas de gravedad que lo condenaron a una larga y penosa recuperación.
Cuando se restableció marchó a Valencia para servir bajo las órdenes del Gral. Black, quien le confirió el mando de una columna de cuatro mil hombres a la que llamó “Columna Lamar”, que fue modelo de valor, disciplina y moralidad.
A pesar de la heroica resistencia que opusieron a los franceses, en enero de 1812 fue obligado a rendirse, y en virtud de la capitulación fue enviado a Francia en calidad de prisionero. Al año siguiente, gracias a la ayuda de un noble francés, enemigo del régimen napoleónico, pudo fugar hacia Suiza y pasar luego a Italia donde se encontró con su compañero de armas el príncipe Castel Franco, y donde permaneció hasta que terminó la invasión napoleónica y Fernando VII fue restituido al trono de España.
Poco tiempo después, en reconocimiento a sus servicios y lealtad el monarca español le confirió el grado de General de Brigada, lo designó sub-Inspector General del Virreinato del Perú y le otorgó la “Cruz de la Orden de San Hermenegildo”.
Llegó a Lima en noviembre de 1816, en momentos en que las autoridades españolas de América vivían una de sus situaciones más críticas, pues a pesar de haber sido sofocados los movimientos independentistas de Chuquisaca, Quito y Bogotá, se habían desatado nuevos brotes revolucionarios en Buenos Aires y Caracas. Le correspondió entonces empeñarse a fondo para mantener la paz en Lima, y lo hizo con tanto éxito, que en noviembre de 1819 el virrey Joaquín de la Pezuela lo promovió al grado de Mariscal de Campo, convirtiéndolo en el militar de más alta graduación en América (más alto que Bolívar y San Martín).
A principios de julio de 1821, el Virrey José de la Serna -antes de abandonar Lima- dejó a su mando una guarnición en el Callao. Fue entonces que el Gral. San Martín -luego de tomar con su ejército los puntos más estratégicos de Lima- le brindó la posibilidad de firmar una honrosa capitulación, a la que se vio obligado el 2 de septiembre, debido a la ninguna posibilidad de resistir la inmensa capacidad bélica los patriotas.
Terminado su compromiso con el gobierno español se amparó bajo los ideales independentistas y con la esperanza de una Patria nueva y libre devolvió a España su grado militar, honores y privilegios, e ingresó a las Armas Libertadoras con el grado de General de División que le confirió el propio Gral. San Martín, en octubre de ese mismo año.
A los pocos días viajó a Guayaquil para ir a descansar en su hacienda de Buijo, donde fue visitado por el Presidente de la Junta de Gobierno, don José Joaquín Olmedo, quien el 14 de enero de 1822 lo nombró Comandante General de Armas de la provincia de Guayaquil, designación que obtuvo el visto bueno del Gral. Antonio José de Sucre, que ya había iniciado las luchas por la independencia de Quito.
Luego de la histórica Batalla del Pichincha que el 24 de mayo de 1822 selló de manera definitiva la independencia de nuestra patria, viajó a Guaranda para entrevistarse con el Libertador Bolívar. El encuentro se celebró en un ambiente pleno de cordialidad y patriotismo, pero poco tiempo después, cuando respaldado por la fuerza de las armas Bolívar decretó la Anexión de Guayaquil a Colombia, indignado ante tamaño atropello expresó su rechazo a dicha actitud, por lo cual fue obligado a abandonar la ciudad hacia el Perú.
El 20 de septiembre de ese mismo año se instaló el primer Congreso Constituyente del Perú, ante el cual el Gral. San Martín resignó su mando. Dicho congreso nombró entonces una Junta Gubernativa que presidida por Lamar estuvo integrada también por los señores Felipe Antonio Alvarado y Manuel Salazar.
Por ese tiempo, a pesar de los triunfos patriotas en diferentes campañas, la independencia americana aún no se había sellado de manera definitiva, por lo que continuando en la lucha por la libertad, al mando de la “División Peruana” combatió junto a Bolívar en la Batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, y junto a Sucre en la epopéyica Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de ese mismo año.
Concluidas las luchas por la independencia Bolívar lo nombró Presidente del Consejo de Gobierno del Perú, pero por motivos de salud tuvo que separarse del cargo y viajó a Guayaquil en busca de reposo.
Muy poco tiempo pudo permanecer en Guayaquil descansando, pues el Congreso peruano lo nombró, “A pesar de ser Colombiano” (el Ecuador aún no existía como estado), para que ocupe el cargo de Presidente de la República del Perú, designación que contó con la incondicional aprobación de Bolívar, quien declaró que“por sus altísimos méritos y cualidades era el único que podría gobernar el antiguo Imperio de los Incas”.
Asumió la Presidencia del Perú en el año 1827, justo en los momentos en que se desataba una serie de desavenencias territoriales entre Colombia y Perú. Quiso entonces aprovechar estas circunstancias para cumplir con un patriótico anhelo de José Joaquín Olmedo, Vicente Rocafuerte y otros notables guayaquileños: “La creación de un Estado Independiente”.
Sus intenciones ya eran conocidas por Simón Bolívar, quien desde Quito envió una carta al Gral. Mariano Mantilla, a Cartagena, en la que le dijo: “Voy descubriendo aquí cosas muy buenas, en una mesa pública, brindando Lamar por Santander, añadió que venían llamados por él, que había sugerido los planes de invasión. La intención era ir hasta Juanangú, convocar un Congreso en Quito, y separar el Sur con el título de República del Ecuador. Lamar debía ser Presidente como hijo del Azuay, y Gamarra del Perú, reuniéndole a Bolivia”
(Cartas del Libertador.- tomo 8, p. 286 y siguientes- V. Lecuna).
En los primeros meses de 1828 ya había tomado posesión militar y política de las poblaciones del sur de Colombia, por lo cual Bolívar, a pesar de conocer claramente sus patrióticas intenciones le envió una carta fechada el 3 de marzo en la que le dijo:“…si dentro de 6 meses contados desde la fecha, no hubieses puesto el Perú a las órdenes del Intendente del Azuay la provincia de Jaén y parte de Mainas que requiere del gobierno de Colombia, creería no sólo que el Perú lo hostiliza, sino que ha dejado la decisión a la suerte de las armas…”
Así las cosas, con más derecho del que se tomó Bolívar en julio de 1822, cuando por la fuerza decretó la anexión de Guayaquil a la República de Colombia -sin respetar el deseo de los guayaquileños de constituirse libres e independientes-, a finales de 1828 inició Lamarcha sobre Loja y Cuenca, “…no con el fin de anexarla al Perú, sino con el propósito de crear un nuevo estado independiente; La República del Ecuador, la misma que posteriormente fue creada por otro militar, este sí extranjero, el Gral. Juan José Flores”.
“En consecuencia, Lamar no fue traidor, ni pérfido, ni cobarde, ni hipócrita, como lo han querido pintar algunos historiadores, llevados por un falso patriotismo…”
(Alfonso María Borrero).
Al mando de sus tropas, Lamar avanzó hasta el sur de Cuenca y el 27 de febrero de 1829 libró la histórica Batalla de Tarqui, donde fue derrotado por el ejército colombiano conducido hábilmente por los generales Antonio José de Sucre y Juan José Flores.
Luego de la batalla y de la firma del Tratado de Girón, Lamar fue derrocado por el Gral. Agustín Gamarra y debió abandonar el Perú con destino a Centroamérica.
Vencido y abandonado, pero con la alegría de conocer el nacimiento de la República del Ecuador, el mariscal José Domingo de Lamar murió en Cartago, Costa Rica, el 11 de octubre de 1830.
Años más tarde sus restos fueron repatriados por el gobierno peruano y sepultados en Lima con honores de héroe.
La Mar fue el único latinoamericano que alcanzó el grado de General del Ejército Español, mientras San Martín solo logró el de Coronel y Bolívar apenas el de Oficial de Milicias.