Guerra del Cuatro días
La historia de nuestro país está plagada de revoluciones y guerras fratricidas, producto en su mayoría de las ambiciones y bajas pasiones de algunos políticos que no han tenido compasión por la patria con tal de poder satisfacer sus pretensiones políticas y sus ansias de poder. Una de ellas fue la que se inició en los últimos meses de 1931, cuando el Sr. Neptalí Bonifaz triunfó en las elecciones presidenciales de ese año.
La elección de Bonifaz pudo traer tranquilidad y progreso al país, pues «Los conservadores veían en él algo así como un nuevo García Moreno por su honradez, rectitud y energía. Los liberales simpatizaban con quien afirmaba que daría lustre al liberalismo corrigiendo sus quiebras y fallas. Sus adversarios eran, en cambio, la plana mayor del partido que había monopolizado el poder por mucho tiempo, prontos a defenderlo con extraordinario ahínco»«Odio y Sangre»).
(José Rafael Bustamante.- prólogo de«Era Bonifaz un conservador paternalista que revelaba su repugnancia por la lucha religiosa, que clamaba por el seguro social obligatorio, por el régimen de la pequeña propiedad -él, que era un gran propietario-, por la carrera administrativa, por la estabilidad monetaria; y que lanzaba un grito a muerte contra la práctica de la usura»
(A. Pareja Diezcanseco.- Ecuador: Historia de la República, tomo III, p. 59).
Sus oponentes y los miembros de la extrema izquierda no pudieron resignarse a la pérdida y peor aún aceptar su elección, por lo que se valieron de un ardid patriotero para influenciar en la decisión popular, poniendo en duda su nacionalidad y acusándolo de haber declarado «en su despreocupada juventud», ser ciudadano peruano.
Bonifaz se defendió duramente de las acusaciones vertidas en su contra, pero en el Congreso, «una mayoría de diputados sin conciencia, mediante una sola moción farisaica, burló la elección ya consumada, y quedó burlado el pueblo ecuatoriano»
(Dr. J. M. Velasco Ibarra.- Conciencia o Barbarie, p. 52).
Fue así que, el 22 de agosto de 1932, pese a su triunfo electoral legítimamente obtenido, el Congreso Nacional lo declaró «No apto para ejercer la Presidencia de la República».
Considerando que su descalificación era atentatoria contra la libertad de sufragio, Bonifaz recibió el respaldo de cuatro batallones de Quito y declaró que si se cumplían las intenciones de los legisladores, «La Sangre Subiría a los Tobillos».
El 28 de agosto, al grito de «Viva la Constitución» el pueblo quiteño y la «Compactación Obrera» -que lo había llevado al poder- se lanzaron a las calles para apoyar a los batallones que lo respaldaban, y con heroica bravura enfrentaron a las fuerzas del Ejército Nacional que desde diferentes partes del país, y en cumplimiento a lo dispuesto por el Congreso, avanzaban para sofocar la rebelión y tomarse la ciudad.
«En esta confrontación bélica en Quito, se enfrentaron dos grupos: el uno de los «constitucionalistas» o leales comandados por el general Angel Isaac Chiriboga, que fue el bando atacante; y el otro, el defensor, «tropas del gobierno de Quito» bajo el mando del coronel Carlos Salvador»
(H. Oña Villarreal.- Fechas Históricas y Hombres Notables del Ecuador, p. 279)
Los combates se extendieron durante cuatro sangrientos días, en los que «el silbido de las balas hendía la angostura de las calles o trepidaba en las plazas dejando regueros de sangre. Ráfagas de ametralladora zigzagueaban en busca, muchas veces, de inocentes víctimas que rodaban empañadas la pupilas por la niebla de la muerte.
Los defensores de la ciudad y los que llegaban del sur y del norte al mando de la alta jerarquía militar para aniquilar la rebelión, decían luchar para defender la «Constitución». Ambos por un ideal que se esfumaba en vientos de suprema contradicción»
(Eduardo Muñoz Borrero.- En el Palacio de Carondelet, p. 398).
Finalmente, gracias a la intervención del Cuerpo Diplomático la lucha cesó, y ambas partes firmaron un armisticio en el cual declaraban que no había «ni vencedor ni vencido», aunque eso poco podía importar ya a las dos mil víctimas que adornaban tétricamente las calles de Quito.
Así terminó esa triste jornada. «Bonifaz está ya fuera de la vida pública, Baquerizo Moreno renunció a la Jefatura de Gobierno, Carlos Freile Larrea se retiró del Ministerio de Gobierno, sin embargo es imposible frenar los ímpetus, el rencor había crecido, al fin fue proclamada la victoria de los «constitucionalistas» por el general Angel Isaac Chiriboga. Al día siguiente el país tiene un nuevo Encargado del Poder, el Presidente del Senado Dr. Alberto Guerrero Martínez, quien asume esa función por cuarta vez en su vida»
(H. Oña Villarreal.- Fechas Históricas y Hombres Notables del Ecuador, p. 280).
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