Huayna-Capac
Poderoso Inca -hijo de Tupac-Yupanqui y de su hermana Mama Ocllo- nacido en la antigua ciudad de Tumipamba (Tomebamba-Cuenca), en la provincia del Azuay, entre los años 1465 y 1470, justo en los momentos en que los Incasiniciaban la conquista de estos territorios.
Su infancia la pasó en su ciudad natal hasta que cumplió los seis años de edad; entonces partió al Cuzco junto a su padre, de donde no volvió sino 14 años después para intervenir en la reconquista de los pueblos de Quito que se habían sublevado contra el imperio.
“Desde muy pequeño, junto a su padre que, conquistador y valeroso, extendía los dominios del Imperio, Huayna-Cápac inició su carrera de guerrero. Pero en medio de las duras y constantes faenas de la guerra, fue recibiendo sabias enseñanzas de los más distinguidos sacerdotes y amautas, en todas las artes y ciencias conocidas” (Lucio Salazar Tamariz.- Una Comarca y sus Destellos.- p. 39).
A la muerte de su padre, ocurrida en 1475, se desató en el Cuzco una intensa lucha por la sucesión del trono, y aunque el Inca había señalado como su heredero a Titu-Cusi Huallpa, su hijo nacido en Tumipamba, la familia imperial cuzqueña quiso imponer a su medio hermano Cápac-Huari. Ante esta situación intervinieron los militares y orejones, quienes se encargaron de aniquilar con sangre las pretensiones del príncipe cuzqueño, favoreciendo al tomebambino que fue proclamado Inca, y al que dieron por nombre “Huayna-Cápac, que quiere decir “El Muy Joven Príncipe”.
Al asumir el poder del Imperio Incaico tuvo que iniciar una vez más la reconquista y pacificación de los pueblos quiteños, que sólo pudo lograr después de varios años de intensas y sangrientas luchas, y luego de vencer la heroica tenacidad del cacique Píntag y de masacrar a más de treinta mil Caranquis de Nazacota Puento, a los que degolló a orillas de una laguna cuyas aguas se volvieron rojas por la sangre de las víctimas, razón por la cual se le dio el nombre de “Yaguarcocha”, que quiere decir Lago de Sangre (Yaguar, sangre, y Cocha, lago).
También tuvo que doblegar la brava resistencia de las tribus de la costa, a las que debió aniquilar como a los Huancavilcas -a quienes diezmó-, o como en el caso de los Punáes, matando a todos los hombres y dejando vivos solamente a las mujeres y a los niños.
Finalmente, luego de largos años de lucha pudo establecer la grandeza delTahuantinsuyo, que se extendió desde el norte de Quito, hasta las regiones de Tucumán y Chile, por el sur.
Luego de consolidar sus conquistas Huayna-Cápac volvió al Cuzco -donde según Cieza de León nació su hijo Atahualpa, habido con una mujer quilango (Caranqui)- y más tarde regresó para establecerse en su ciudad natal, Tumipamba (Cuenca), a la que embelleció y engrandeció con espléndidas construcciones, como la plaza contigua al Templo del Sol, levantada en los Reales Palacios construidos sobre la meseta que hoy se conoce con el nombre de Pumapungo.
“Huayna-Cápac alcanzó a reinar casi por más de medio siglo: fue el más poderoso de los incas, y el más afortunado; llevó sus armas victoriosas hasta los últimos términos de su imperio paterno, y en guerras tenaces y obstinadas venció a las tribus que intentaban sacudir el yugo de los monarcas del Cuzco; acometió a otras naciones limítrofes, guerreó también con ellas, salió vencedor en muchos combates y logró ensanchar los límites de sus estados enormemente; pues la conquista del reino de los Shyris y de todas las otras tribus esparcidas en tierra ecuatoriana al otro lado de la línea equinoccial, equivalía por sí sola a la adquisición de una extensa monarquía” (Federico González Suárez.- Historia General de la República del Ecuador, tomo I, p. 94).
Se encontraba descansando en Tumipamba (Cuenca) cuando en 1526 recibió noticias referentes a la aparición -en las costas- de una extraña embarcación tripulada por unos hombres misteriosos de rostros blancos cubiertos de barba.
Presintió entonces que había llegado el momento en que se cumpliría la profecía deViracocha, y lleno de angustia y enfermo, sin haber designado sucesor, murió en diciembre de ese mismo año.
“Muerto Huayna-Cápac, se siguieron sus funerales exequias. Las hizo su hijo Atahualpa con tan solemne pompa que no tuvo el Imperio Peruano memoria de otras semejantes. Es constante fama que, voluntariamente y con porfiado empeño, se sacrificaron más de mil víctimas humanas a acompañarlo al sepulcro, y que, expuesto el embalsamado cadáver sobre su trono por veinte días, fue adorado de los pueblos, como una de sus primeras deidades” (Juan de Velasco.- La Historia Antigua, tomo I p, 147).