León Garrido Ilmo. Miguel
Religioso cuencano nacido el 28 de abril de 1824, hijo de don Francisco León Avendaño y de la Sra. María del Carmen Garrido.
Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal, hasta que en 1838, obedeciendo al llamado de su vocación religiosa se trasladó a Quito para ingresar al Colegio Seminario; finalmente pasó a Guayaquil, donde el 8 de diciembre de 1847 fue ordenado sacerdote por el ilustrísimo obispo Francisco Javier Garaycoa.
Gracias a su talento y virtudes religiosas, en muy poco tiempo su nombre alcanzó fama y notoriedad en todo el país, por lo que en 1873, su amigo de la infancia, el presidente García Moreno, propuso al Obispo de Cuenca, Mons. Remigio Estévez de Toral, su exaltación para Arcediano de la misma ciudad, funciones que empezó a desempeñar desde 1880.
Tres años más tarde, al morir el obispo Estévez su figura había logrado mayor fama y brillo, por lo que en 1884 el Presidente de la República, Dr. José María Plácido Caamaño, solicitó a Roma su designación como Obispo. Las bulas correspondientes llegaron a finales de ese mismo año.
Empeñado en la construcción de una gran catedral para la ciudad de Cuenca y luego de seleccionar el diseño más apropiado para la misma, en 1886 organizó la primera “minga” con el propósito de recoger las piedras para iniciar los trabajos del grandioso templo.
“Su carácter dulce, apacible, siempre igual, le atraía la voluntad y el cariño de cuantos llegaban a tratarle; y sólo los enemigos de lo bueno, de lo noble, pudieron declarar una guerra de lo más odiosa al modesto y ejemplar prelado….”
“No con vanas y engañosas apariencias, sino con hechos prácticos de inapreciable mérito, de subido valor, demostró el Dr. León el inagotable y precioso caudal de sus sentimientos caritativos que constituían la parte más bella de su ser.- La Casa de los Huérfanos, se halla testificando cuanto amó al prójimo; las de temperancia para laicos y su espíritu altamente moralizador y justiciero; las capillas de San Marcos y San Miguel, la Casa de Ejercicios Espirituales; y, la suntuosa Basílica en construcción, el convencimiento de su fe religiosa y el deseo de propagar las enseñanzas del Evangelio…” (Camilo Destruge.- Album Biográfico Ecuatoriano, tomo II, p. 355).
En 1888, un grupillo de resentidos encabezados por el párroco de Baños, Miguel Coronel, solicitó al arzobispo Ignacio Ordóñez Lazo la suspensión del obispo León, basándose en catorce acusaciones dolosas y burdas que el sacerdote Manuel Cuesta se comprometió en llevar personalmente a Roma. En dicha comunicación se pedía también que sea reemplazado por el padre Benigno Palacios Correa, uno de los resentidos conspiradores.
Sin saber lo que se tramaba en su contra, continuó su labor pastoral hasta septiembre de 1890 en que llegaron a Quito las Bulas de suspensión. Fue entonces cuando el Nuncio, para evitarle la vergüenza, le conminó en secreto a que renunciara, pero él se negó considerando que una renuncia sin voluntad no es renuncia, y prefirió ser suspendido de sus funciones.
Por esos extraños caprichos del destino, fue justamente el jefe de los sacerdotes complotados, Benigno Palacios Correa -que ejercía las funciones de administrador de la Diócesis-, quien tuvo que notificarle la suspensión. Avergonzado, Palacios se presentó ante él y casi sin poder hablar, sintiéndose culpable, de rodillas y con la vista baja le mostró el documento; y él, sobreponiéndose a sí mismo, lo levantó y abrazándolo con efusión le dijo: “El que anuncia la voluntad de Dios, debe hacerlo bendiciendo a Dios y no llorando. Dios quiere que tú gobiernes la Diócesis; soy el primero en rendirte obediencia…”
Cuenca y el país entero se llenaron de estupor ante tal injusticia, y a pesar de las acciones de sus detractores, no fue enteramente desplazado y pudo seguir visitando a sus feligreses.
Sin descuidar su labor pastoral desempeñó las cátedras de Filosofía, Teología y Matemáticas en el Seminario y en el Colegio Nacional. A finales de 1891 fue elegido Rector de la Universidad de Cuenca, y en 1894 asistió al Congreso como Senador por la provincia del Azuay.
Luego del triunfo de la Revolución Liberal, en octubre de 1895 fue reemplazado en el rectorado de la universidad por el Sr. Luis Malo Valdivieso; y posteriormente, durante la reacción conservadora actuó como mediador ante el Gral. Alfaro para solicitar el perdón de los insurgentes, que le fue concedido.
En 1899 el gobierno del Gral. Alfaro solicitó a Roma su rehabilitación -que posiblemente se habría conseguido-, pero su salud ya se había deteriorado gravemente, y el 31 de marzo de 1900, en Cuenca, escuchó el llamado del Señor y partió a su lado.