Villa Jaime
Pintor nacido en Baños, provincia del Tungurahua, el 25 de julio de 1931, hijo del Sr. José Villa y de la Sra. María Herrera.
Estudió la primaria en su ciudad natal y la secundaria en Riobamba y Ambato. Aquí conoció al maestro Aníbal Villacís, quien con sus consejos lo indujo a continuar con su vocación artística, que se había manifestado desde sus primeros años. Viajó luego a Milagro donde permaneció durante corto tiempo trabajando en un estudio fotográfico; por esa época empezó a pintar y conoció a Humberto Moré, quien también lo estimuló dio indicaciones. Finalmente se trasladó a la ciudad de Guayaquil, donde entre 1952 y 1953 asistió a la Escuela de Bellas Artes, y tuvo como profesores a los maestros Enrique Martínez Serrano, César Andrade Faini y Alfredo Palacios.
Radicado de manera definitiva en la ciudad de Guayaquil, ingresó a trabajar en la empresa Publicitas donde realizaba diseños y artes publicitarios; fue entonces su compañero José Guerra Castillo quien lo animó a continuar con la pintura induciéndolo al profesionalismo, que adoptó de manera definitiva a partir de 1955.
En esos años y bajo el influjo del extraordinario artista norteamericano Lloyd Wulf, que residía en Guayaquil, pintó temas cotidianos, danzantes y feriantes. Entre 1959 y 1966 la obra de Villa fue básicamente figurativa, y a través de la experimentación de formas y trazos libres –de gran riqueza cromática- se convirtió en el gran protagonista del color. Surgieron entonces sus figuras humanas estilizadas y las mujeres jóvenes y los niños de ojos almendrados. Un año después expuso en México y Estados Unidos: aparecieron entonces nuevas imágenes de gentes citadinas muy típicas: fruteros, carretones, estibadores, canoeros y balseros. Ya para entonces había obtenido –en 1962- el Primer Premio en el XI Salón de Pintura “Luis A. Martínez” de Ambato; y –en 1965- el Tercer Premio en el IX Salón de Octubre de Guayaquil.
“Liberándose progresivamente de una figuración inicial, experimentando con materiales –más bien tradicionales- y trabajando el óleo y la témpera con creciente dominio, Villa llega a estilizar sus motivos casi hasta el abstracto y bucea en formas precolombinas, logrando composiciones ricas y mágicas. Tiene un momento de dibujo hierático y colores severos (“Máscaras” 1967-68); pero luego ese dibujo, -excelente dibujo- se aproxima al arte infantil y popular, y su color cobra acordes alegres y vibrantes” (Hernán Rodríguez Castelo.- El Siglo XX en las Artes Visuales de Ecuador, Banco Central de Guayaquil).
Enamorado de la belleza natural de nuestro mar, de las paradisíacas islas Galápagos, de la selva impenetrable de nuestro oriente, de los fríos paisajes de la serranía y de la calidez de la región costanera, el maestro los llevó al lienzo tratándolos con la inigualable riqueza cromática que caracteriza su obra.
Jaime Villa “…es un maestro. Domina el color como ninguno; colores que creemos reconocer y que no son de ninguna paleta; están elaborados con conocimiento y paciencia. Jaime Villa, modesto y tranquilo en apariencia, esconde un artista apasionado de la pintura, de un temperamento de fuego que nos salta desde sus cuadros, inundando los recintos adonde ellos cuelgan, con fantásticas luces y el intenso color de su pura vitalidad” (Eduardo Solá Franco.- 1990).