Juan Benigno Vela
Político y escritor nacido en la ciudad de Ambato el 10 de julio de 1843, hijo de don Juan Pío Vela Endara y de doña Mercedes Hervas Hidalgo.
Desde sus primeros años, mientras estudiaba en una de las escuelas de su ciudad natal empezó a revelarse como poseedor de una inteligencia y un talento insuperable, y por una vocación especial hacia las letras. En 1859 pasó a estudiar en el prestigioso Colegio Vicente León de Latacunga, donde hizo amistad con Luis Felipe Borja y tuvo como maestros a don Simón Rodríguez y al Dr. Carlos Casares. Finalmente, luego de obtener el título de Bachiller ingresó en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Quito, donde el 29 de octubre de 1867 obtuvo el título de Abogado de la República.
Identificado con los postulados liberales y respaldado por la brillante escuela de su padrino de bautizo, don Pedro Fermín Cevallos, y del ilustre Juan Montalvo, desde muy joven inició su valerosa y constante lucha en defensa de la libertad y los derechos ciudadanos, enfrentando con coraje a los gobiernos del Dr. Gabriel García Moreno y del Gral. Ignacio de Veintemilla, cuyos abusos combatió a través de diferentes periódicos como «El Espectador», «El Guante» y «El Combate». Por esa época en el primero de éstos hizo publicar su célebre testamento político, en el que decía: «Mando que, con parte de mis pequeños recursos se levante, en el salón donde se reunió el Congreso Constituyente, cuatro estatuas que representen: La Sabiduría, La Justicia, El Pudor y La Libertad, diosas que fueron ultrajadas y pisoteadas por los viles que traicionaron la voluntad de los ecuatorianos»; atacando de esta manera a los diputados gobiernistas que asistieron a la Convención Nacional que se reunió en Ambato en 1878.
Había cumplido los 34 años de edad cuando por alguna razón que hasta hoy se desconoce quedó completamente ciego, pero el valor y la fuerza de su espíritu no permitieron que se doblegara y, por el contrario, le dieron más bríos para continuar adelante. Sus enemigos y detractores inventaron las más variadas patrañas para humillarlo y mofarse de su ceguera, pero él, animado por ese espíritu superior que le caracterizaba, escribió al Director del periódico «El Guayas» una carta en la que en una de sus partes le decía:
«No me quejo, por lo mismo, de la suerte que me ha cabido, ni tengo la ceguera como una gran desgracia; no lloro por ello tan amargamente como lloró el Divino Ciego de Albión, ni acuso a los insensatos que se han reído de mí, juzgando que Dios me ha castigado. No pido luz para mis ojos, reclamo luz para mi inteligencia».
A más de haberse dedicado al periodismo y las letras, prestó su valiosa colaboración a la Patria sirviéndola desde importantes cargos públicos. Fue Inspector de Escuelas de la provincia de Tungurahua, función desde la cual, y en beneficio de los niños pobres, dedicó la totalidad de su sueldo para la compra de libros y cuadernos; Jefe Civil y Militar de la ciudad de Ambato, durante el primer gobierno del Gral. Eloy Alfaro; Gobernador de la provincia de Tungurahua y Senador y Diputado por la misma a varios congresos. Fue también -designado por Alfaro- Miembro Principal de la «Comisión Revisora de la Legislación Ecuatoriana».
Juan Benigno Vela, junto a Juan Montalvo y Juan León Mera, completa la trilogía que le dio a Ambato el honroso título de «La Tierra de los Tres Juanes».
A los 77 años de edad, privado de la vista, el oído y la palabra, murió en su ciudad natal el 24 de febrero de 1920.
Para perennizar su memoria, hay en su tumba un epitafio que sintetiza su vida y que dice así:
«Aquí yace el ciego Vela, que pasó por la vida con la antorcha de la Democracia en una mano, la pluma encendida en la otra, y el amor al pueblo ecuatoriano en el corazón. Su palabra fue el verbo admonitor y estuvo al servicio de la justicia.
Que en paz descanse esta tercera persona de los Tres Juanes de Ambato, que son honra de la Patria y Gloria del género humano».