La Fragua de Vulcano
A mediados de 1820, las ideas de libertad e independencia ya habían empezado a manifestarse en el corazón de los guayaquileños, y en las reuniones, en las casas y en las calles -a baja voz para evitar ser escuchados por las autoridades españolas-, estas ideas eran tema obligado de cada conversación.
Los patriotas guayaquileños necesitaban urgentemente reunirse para poder plantear de manera más concreta estas ideas, y la oportunidad se les presentó el 1 de octubre, cuando para satisfacer un juvenil capricho de la simpática Isabelita Morlás -hija del Tesorero del Cabildo de Guayaquil, don Pedro Morlás-, en casa de don José de Villamil se dio una fiesta a la que asistieron las más destacadas personalidades de la ciudad, y a la que también fueron invitados los militares venezolanos del Batallón Numancia, León de Febres-Cordero , Luis Urdaneta y Miguel de Letamendi -simpatizantes de las ideas independentistas-, que se encontraban de paso por Guayaquil.
En determinado momento de la fiesta, y mientras las parejas bailaban animadamente en el salón principal de la casa, don José de Antepara fue reuniendo discretamente, en una habitación apartada, a varios patriotas que ya habían manifestado sus deseos de libertad.
Dicha reunión secreta, en la que estuvieron presentes Vicente Ramón Roca, Diego Noboa, Luis Fernando Vivero, Antonio y Francisco Elizalde, Francisco de P. Lavayen, Manuel de J. Fajardo, José Correa, Rafael María de la Cruz Jimena, Manuel Antonio de Luzarraga, los tres militares venezolanos, y varios patriotas más, fue llamada por Antepara “La Fragua de Vulcano”, y en ella nació la Revolución del 9 de Octubre de 1820, que dio la independencia a Guayaquil y abrió las puertas de la libertad a todos los pueblos de Quito.