Luis Moscoso
Pintor quiteño nacido en 1913.
Perteneció a esa generación innovadora con la que la pintura ecuatoriana dio sus primeros pasos hacia un movimiento moderno, vigoroso y sostenido. Estudió -como todos o casi todos los artistas de su generación- en la Escuela de Bellas Artes de Quito, que por esa época estuvo impregnada por las corrientes del “Realismo Social”.
“A diferencia de los pintores de su generación, centrados en la condición violenta y miserable de los hombres, Moscoso acude a un paisaje puro, donde los campesinos aparecen apenas, evocados en una propuesta abstracta, en figuras geométricas, por ejemplo en los dos grandes frescos de la cosecha.
Pero como sus contemporáneos, el paisaje de Moscoso se ancla en las nuevas corrientes plásticas. De los volcanes, va a quedar la visión expresionista de un vientre que se rompe por la pulsión del fuego; de las alturas de la cordillera, grandes volúmenes de nube y niebla del que brota un cono fantasmal.
Y cuando el motivo es la niebla en sí, como aquel lienzo que triunfó en el Salón Mariano Aguilera en 1961, toda la fuerza de las sombras y el desgarramiento con que la niebla traspasa el paisaje convierten a la obra en una impronta violenta y desordenada sobre la textura de la tela de la que quedan huellas al fondo” (Javier Ponce, El Universo, Sbre. 11/06).
También puedes leerEgas CamiloConsiderado como el más colorista de esa “camada”, obtuvo el premio “Mariano Aguilera” en 1941, para repetirlo en 1957; y obtuvo otros en 1961 y en 1962. Por esa época, sus reconocidas obras “Acuario”, “Niebla” y “Preludio y Fuga”, causaron sorpresa y admiración entre los críticos y conocedores de arte.
A la vuelta de años de trabajar el color con exactitud cezanniana, Moscoso presenta una muestra (1972) en la que luce renovadas riquezas y seguridad cromáticas. En gamas de fríos y cálidos; con finas modulaciones y ricos juegos cromáticos. Su paisaje se aloja en algunas témperas -muy bellas- en matrices geometrizantes, y ese esquematismo valoriza aún más la musicalización del color” (Hernán Rodríguez Castelo.- El Siglo XX en las Artes Visuales de Ecuador, Banco Central de Guayaquil).
Entonces su paisaje se convierte en un vínculo espiritual entre los colores libres, líricos y cromáticos, y el observador cautivado por el equilibrio armónico de su obra.
Silenciosa, parca, severa; la obra de Moscoso sigue siendo una de las más depuradas y personales del arte ecuatoriano (idem).
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