Manuel Moreno Serrano
Artista cuencano nacido en 1895, hijo del poeta Miguel Moreno Ordóñez y de la Sra. Mercedes Victoria Serrano.
Todos sus estudios los realizó en su ciudad natal; desde esa época, obedeciendo al llamado de su vocación pictórica, en sus ratos libres buscó la compañía del ajetreado Honorato Vázquez -quien junto a su padre había compartido sus inquietudes artísticas y poéticas-, y de él empezó a aprender los secretos de la pintura, mostrándose desde el primer momento dueño de una exquisita sensibilidad. Fue así que, al cumplir los veinte años de edad, su actividad artística ya había encontrado un rumbo definido que lo llevó a pintar febril e incesantemente.
Diez años más tarde y luego de haber pasado un período que podría llamarse de transición, su arte adquirió gran soltura y empezó a dominar el oficio con extraordinaria libertad de trazos.
“Grandes pinceladas, generosas, llenan los cuadros y llaman la atención de la gente no solo en el medio, sino también en Guayaquil e incluso fuera del país. Una crónica del tiempo habla en estos términos de el pintor: “Manuel Moreno Serrano es un profundo enamorado de los paisajes y de la desnudez estética de los motivos criollos” (Jorge Dávila Vásquez.- De la Inocencia a la Libertad.- p. 37, Ediciones del Banco Central del Ecuador).
Influenciado por el ambiente nativo que lo rodeaba se convirtió en el intérprete del paisaje natural de la región, al que le dio alma propia acrecentando con particular perspectiva las características del rincón bucólico.
En la década del 40 se dejó seducir por las tendencias simbolistas y neo-simbolistas, que se vieron representadas en una parte muy importante de su obra en la que trató lo humano y lo religioso mediante elementos paisajistas; de esa época es su maravillosa serie “Las Obras de Misericordia”
“Ya mayor y en pleno dominio de su saber pictórico, en la década de los cincuenta se lanzará de lleno a otras experiencias inscritas en movimientos artísticos del siglo anterior. Realizará hermosos paisajes neo-puntillistas y repetirá las audacias de los impresionistas, en cuadros en los que se destaca el empaste del óleo, fuerte, vigoroso, acumulando la materia pictórica con la espátula, muchas veces sobre soportes no convencionales como cartón prensado, y buscando efectos ópticos y lumínicos, apreciables sobre todo a distancia”
(idem).
Durante sus últimos años continuó consagrando su vida al arte y a la cátedra en la Academia Remigio Crespo Toral, donde dejó sentir su influencia en algunos que luego se convertirían en figuras de la plástica ecuatoriana: Lauro Ordóñez y Carlos Beltrán Lazo.
Murió en su ciudad natal en mayo de 1960.