Monumento al Gral. Sucre
El Monumento que Guayaquil erigió para perennizar la memoria del Gral. Antonio José de Sucre es uno de los más hermosos y representativos de la ciudad, pues muestra su agradecimiento al único y verdadero libertador de la Audiencia de Quito, con la excepción de la provincia libre de Guayaquil, que había proclamado su independencia dos años antes.
Podría decirse que fue una iniciativa de diario Los Andes, que en su edición del 3 de febrero de 1887 dice: “Como habrán visto nuestros lectores en el número anterior de este periódico, nuestra iniciativa de erigir en esta ciudad un monumento al Mariscal de Ayacucho, ha sido secundada por S. E. el Presidente de la República, quien ha tenido la generosidad de erogar una cantidad de su peculio y ordenar que el Tesoro entregue quinientos sucres a la Junta que se nombre para la colección de fondos, con el objeto indicado… Guayaquil, que siempre se ha mostrado agradecido hacia sus heroicos libertadores, contribuirá con placer indecible a levantar al vencedor de Pichincha y Ayacucho un monumento digno de sus portentosas hazañas… Estamos firmemente convencidos que, una vez nombrada la junta, a la cual debe encomendarse la colección de fondos, todos darán su óbolo, a proporción de sus haberes”.
Tal fue la reacción ciudadana, que para agosto del año siguiente ya existían en París a la orden del Cónsul General del Ecuador, Sr. Clemente Ballén, la cantidad de veintisiete mil francos para la construcción de la estatua del Gran Mariscal de Ayacucho (Los Andes, Agosto 4 de 1888).
Para 1894, el Dr. Pedro J. Noboa -miembro del Comité que debía organizar las fiestas para celebrar el centenario del nacimiento del mariscal Sucre-, en sesión celebrada el 8 de noviembre propuso erigir un monumento al vencedor del Pichincha y Ayacucho, que consistía en “una columna de hierro de 10 o 12 metros de altura en cuyo centro habrá un medallón que represente en relieve al mariscal Sucre, y en los costados de ella, representaciones alegóricas de los hechos más culminantes de la vida del héroe.
Rematará la columna el Angel de la Victoria, asentando la planta sobre un cóndor de potentes alas abiertas, y en cuyas garras habrá un pliego con esta inscripción: Victoria a Sucre”
(La Nación, Nov. 9 / 1894)
Pero esta idea no prosperó, ya que al parecer se quiso construir el monumento en los Estados Unidos, lo que no pudo hacerse “porque de los Estados Unidos habían manifestado que no era posible la construcción del monumento proyectado a Sucre sino en el plazo de seis meses, cuyo costo asciende a (el periódico es tároto)…dólares y en vista de ese inconveniente se buscará otro mejor”
(La Nación, Dic 27 / 1894)
Así las cosas, en muy poco tiempo la idea se diluyó y fue olvidada inclusive por el propio Comité encargado de las celebraciones por el natalicio de Sucre.
Pero para 1908 las cosas cambiaron cuando un “Comité Pro Monumento al Gral. Sucre”, presidido por don Manuel de J. Arzube e integrado por los señores Augusto Aguirre Aparicio, Emilio Clemente Huerta, Isidro de Icaza Paredes, Carlos Carbo Viteri, Francisco Fernández Madrid, Armando Pareja, Francisco J, Aguirre Jado, Alfredo Baquerizo Moreno, Pedro J. Noboa, Luis Vernaza, José María Carbo, César D. Villavicencio, Aurelio Noboa Baquerizo, José Isidro Rodríguez, Lizardo García, José Ramón de Sucre, Carlos B. Rosales, Miguel Campodónico, Pedro G. Córdova, Vicente Santisteban y José Joaquín Olmedo (hijo), consideró que era justo que Guayaquil rindiera su homenaje al más grande héroe de nuestra libertad, vencedor de Pichincha, Ayacucho y Tarqui.
Luego de los trámites de rigor, la ejecución de la obra fue asignada al escultor italiano Sr. Augusto Faggioni, y el contrato correspondiente fue suscrito en esta ciudad -el 20 de septiembre de 1908- entre el artista y los doctores Manuel de Jesús Arzube, J. Isidro Rodríguez y Capitán de Navío Francisco Fernández Madrid, según consta en el acta respectiva.
Surgió entonces una polémica relacionada con el lugar en el que se erigiría el monumento, pues se presentaron varias propuestas al respecto. “La prensa local ha emitido opiniones dignas de ser tomadas en cuenta y si la memoria no me engaña, ha indicado la plazuela de la Merced, que es muy central; la que podría formarse al oriente de la curva que la línea férrea de los carros urbanos forma en la calle del Teatro para entrar a San Alejo; y también la hermosa avenida Olmedo”
(La Nación, Dic. 27 / 1984).
Se pensó también en la plaza de La Victoria, pero el Comité ya había tomado la decisión de erigir el monumento en la calle Illlingworth.
La estatua fue fundida en Italia y cuando llagó a esta ciudad fue colocada junto al solar que quedó luego de haberse incendiado la “Casa Consistorial”, en la que se firmaron el Acta del 9 de Octubre de 1820 y Tratado de Guayaquil del 22 de septiembre de 1829, luego de la victoria de Tarqui; lugar que hoy corresponde al pequeño parque ubicado entre el Palacio Municipal y la Gobernación del Guayas en el que se levanta el Monumento a La Fragua de Vulcano.
No se conocen los pormenores de las discusiones que determinaron que ese sea el sitio donde se levantaría el monumento, lo cierto es que en poco tiempo se empezó su construcción, que alcanzó a ser terminada para cumplir con el cronograma de su inauguración.
Y así fue, tal como había sido programado, la inauguración del monumento se llevó a cabo en la mañana del 8 de octubre de 1911, en solemne ceremonia a la que asistieron el Gobernador de la provincia, Sr. Gustavo R. Icaza, los Miembros del Comité pro Monumento señores Isidro Icaza, Armando Pareja, César Villavicencio, Pedro Córdova, Francisco Aguirre Jado y Luis Vernaza; el Dr. Alfredo Baquerizo Moreno en representación de la Corte Suprema de Quito; el Sr. José Antonio Campos, Director de Estudios de la Provincia; el Gral. Pedro J. Montero, Jefe de Zona Militar; el Dr. Eduardo López, Jefe Político del Cantón; el Dr. César Borja Cordero, en representación de la H. Cámara de Diputados; el Sr. Arturo Carrión, en representación del Concejo Cantonal; los doctores Miguel E. Castro, Alberto Guerrero Martínez y Jaime Puig Verdaguer.
Estuvieron también los doctore, Rafael Guerrero, Camilo O. Andrade, Cesáreo Carrera, José María Santistevan, José Abel Castillo, Alejandro Ponce Elizalde y Sr. Eleodoro Avilés Minuche, entre otros distinguidos ciudadanos.
Según reseña del diario El Telégrafo de esa fecha, el programa de inauguración del monumento se inició con el discurso del Dr. César Villavicencio quien, a nombre del "Comité Sucre", hizo entrega de la estatua al Concejo Cantonal.
La efigie estaba cubierta con la bandera nacional. Al descubrirla, dos compañías de marineros del caza-torpedero "Libertador Bolívar" formaron la escolta y rindieron los honores de estilo, con una descarga de fusilería. Inmediatamente, el coro de 100 alumnas del Colegio Normal Rita Lecumberry interpretó el Himno Nacional.
El Concejal Arturo Carrión, al recibir el monumento a nombre del Cabildo, expresó: "Guayaquil es la primera ciudad de la República en pagar la deuda nacional de gratitud a la memoria de los grandes hombres de la Patria Libre". Seguidamente, Abigaíl Llona declamó un poema alusivo, escrito por la Srta. Dolores Sucre, familiar del Mariscal de Ayacucho. El Cuerpo de Bomberos colocó una corona de Bronce al pie del monumento.
A mediados del año 2004 -como parte del programa de regeneración Urbana implementado por al alcalde Jaime Nebot- el monumento y sus complementos fueron movidos hacia el corazón de lo que hoy constituye la Plaza de la Integración, en intersección de las calles Pichincha y Clemente Ballén.
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