Monumento a Pedro Carbo

El Monumento dedicado a la memoria de don Pedro Carbo se levanta en la Plaza de la Merced, ubicada entre las calles Víctor Manuel Rendón, Pedro Carbo y Gral. Córdova.

Su historia se remonta a finales de 1894 cuando, ante la muerte de eximio guayaquileño, acaecida el 24 de diciembre, surgió la idea de erigir en su memoria un monumento para rendirle un homenaje imperecedero, y “sin que nadie lo pidiera, se inició espontáneamente una suscripción popular. Muchos daban lo que tenían a mano, otros hacían anotar cantidades que pagaron después. Hubieron muchos contribuyentes que hicieron erogaciones de 20, 10 y aún de 5 centavos” (Reseña periodística aparecida en El Telégrafo del 15 de octubre de 1909).

Fue así que el 27 de diciembre de 1894, solo tres días después del deceso de este ilustre patricio, en sesión extraordinaria del Cabildo se propuso “Que el Concejo Municipal de este Cantón, vote en el presupuesto que en la actualidad discute, una partida por el valor de 2.000 sucres para contribuir a la erección de la estatua que el pueblo de Guayaquil ha resuelto erigir a uno de sus más preclaros conciudadanos… La anterior moción fue acogida con mucho entusiasmo por los señores Concejales” (Gaceta Municipal de 1895).

A Partir del año siguiente se conformó un Comité que -apoyado por el Ilustre Concejo Cantonal- estuvo integrado por el los doctores Rafael Pólit, Aurelio Noboa y Pedro J. Noboa, y los señores José Toribio Noboa, Manuel José Carbo, Francisco Coronel, Horacio Morla, Manuel Camba, Ignacio Robles, Luis Vernaza y el Crnel. Francisco Fernández Madrid.

Lo primero que hizo el Comité fue lograr que el cabildo designara la Plaza de La Merced como el sitio en que debía levantarse el monumento, solicitando además que tanto la plaza como la calle llamada entonces “del Teatro” -y así consta en la Gaceta Municipal del 26 de enero de 1895- lleven el nombre del ilustre patricio guayaquileño.

Ya para entonces el Comité se había comunicado con el artista Augusto Faggioni, quien para mayo de 1896 había recibido de una casa estatuaria de Carrara tres modelos para el monumento de D. Pedro Carbo, los que se someterán a la consideración del Comité encargado de esta obra.

El primero consistía en una columna coronada con una alegoría de la fama. En primer término se destacaría la figura del gran ecuatoriano leyendo el credo liberal. La decoración será sencilla pero de magnífica perspectiva.

El segundo proyecto era un pedestal sobre el que estaría la estatua, y en la base se pondría una figura alegórica representando la oratoria.

El tercero presentaba también la estatua sobre un pedestal, teniendo en la base alegoría que representen a la historia y a la política.

“Esta estatua es de más efecto, porque armoniza el conjunto un sillón del que cuelga una cortina.

Aplicada esta estatua al primer modelo, así como las alegorías del segundo, resultaría un conjunto de gran efecto” (La Nación, Mayo 13 / 1896).

Ese mismo año y considerando que aún no lograban reunir los fondos necesarios, el Comité resolvió “…que por ahora se adquiera solo la estatua, poseyendo la cual podiase luego continuar en el embellecimiento de la plazuela. Para ello se aprobó que se remitiera al señor Rendón, que reside en París, un retrato de don Pedro Carbo y promoviera un concurso entre los artistas de aquella capital y de otras para la fabricación de la estatua, que será de mármol blanco” (La Nación, Oct. 30 / 1897).

La llegada a Guayaquil -en 1900- del entonces Presidente de la República, Gral. Eloy Alfaro, dio al comité nuevas esperanzas de lograr los fondos necesarios para erigir el monumento de quién había sido su coideario y verdadero líder del liberalismo.

Con este objeto, el Comité comisionó a los señores doctores Toribio Noboa, Felicísimo López y Serafín Wither, para que a su nombre expusieran al Gral. Alfaro la necesidad de recibir los fondos decretados por el gobierno cuatro años atrás, y que ascendían a la cantidad de cinco mil sucres.

Alfaro ofreció a la Comisión que a su llegada a Quito enviaría la orden para que por esa Tesorería se enviara al Comité la cantidad de 1.000 sucres mensuales. Lamentablemente, por trámites burocráticos o porque se trataba de Guayaquil, los fondos nunca llegaron y Guayaquil debió enfrentar solo el desafío.

Para entonces –y así consta en El Telégrafo en su edición del 21 de agosto de 1901-, los fondos en poder del tesorero del Comité, Sr. Manuel José Carbo, eran los siguientes:

En Cédulas del Banco Hipotecario S/. 12.000

En Dinero Efectivo                           S/.     230,25

Total                                                 S/. 12.230,25

Para 1907, a pesar de los destrozos producidos por los devastadores incendios de 1896, 1901 y 1902, que consumieron casi totalmente la ciudad, las aportaciones de de los guayaquileños habían rendido sus frutos y el tesorero, Sr. Manuel José Carbo, tenía en caja más del lo presupuestado. Se procedió entonces a la contratación del monumento, cuyo costo ascendió a la cantidad de 19.000 sucres.

Ya para entonces se había encargado al agrimensor municipal, Sr. Francisco Landín, trazar el diseño del parque donde se levantaría el monumento. La obra fue supervisada por el Sr. Francisco Andrade, delegado del Concejo; los trabajos de jardinería fueron dirigidos por el Sr. Andrés Vite y los de albañilería y enrejado lo hicieron los señores Jaime Rubira y Nicolás Balderine, respectivamente.

El 10 de agosto de 1907 se procedió a inaugurar al parque, y el monumento llegó Guayaquil el 1 de diciembre del año siguiente.

Creado por el escultor Augusto Faggioni, había sido elaborado en uno de los más acreditados talleres de arte de Italia, totalmente en mármol de Carrara: gris la base y blanco la estatua, y luego de las adecuaciones necesarias, fue levantado en el parque destinado para el efecto.

Todo estaba listo para la solemne inauguración.

A principios de octubre de 1909 ya circulaban las invitaciones hechas por el Comité, las mismas que además eran publicadas por la prensa, tal lo hace constar diario El Telégrafo en su edición del 6 de octubre de 1909, en la que se lee:

“Por disposición del señor Presidente cito a todos los señores que componen el Comité Pedro Carbo, para que concurran vestidos de etiqueta, al parque Pedro Carbo, a descubrir la estatua del gran ecuatoriano”

  1. Fernández Madrid

Secrertario

Al día siguiente, el mismo diario agrega que “considerando que la estatua ha sido construida por suscripción popular, al pueblo le corresponde solemnizar su inauguración”.

Finalmente llegó el esperado 9 de octubre de 1909. A las 5 de la madrugada los cuarteles de la ciudad hicieron sonar sus dianas; a las 8, al disparo de un cañonazo del cazatorpederos Simón Bolívar se izó el pabellón nacional en los edificios públicos.

Desde las 9 de la mañana comenzó á ser invadida la plaza de Pedro Gar­bo y las calles circunvecinas, por un numeroso gentío, ávido de presenciar la inauguración de la estatua del gran demócrata ecuatoriano.

Media hora después llegó la comi­sión oficial, la que estuvo formada por los miembros del comité «Pedro Carbo», las autoridades civiles y mi­litares de la plaza, los representantes de la Prensa, de la Corte Superior, de los Colegios, Universidades, y de las Municipalidades de la República, y se dio inicio a la solemne ceremonia, acompañado del señor don Miguel Valverde, subió á la tri­buna el señor José Domingo Elizalde Vera, quien hizo la entrega de la es­tatua ni representante del Muy Ilustre Concejo Cantonal.

A continuación hicieron uso de la palabra los señores doctor José Ma­ría Carbo Aguirre, quien agradeció en nombre de la familia al Comité Pedro Carbo y al pueblo guayaquileño la apoteosis que le hacia al gran ecuatoriano; don Miguel Valverde, el doctor José Ramón Boloña, José Millán, y la señorita Angela Herrera, en representación del Club Guayas.

En su discurso, don José Domingo Elizalde dijo: “Señor Presidente del Muy Ilustre Concejo: En nombre del Comité Pedro Carbo entrego a usted la estatua de este gran patricio, para que, como modelo de todas las virtudes, inspire a nuestra juventud y a nuestro pueblo el aliento indispensable para labrar la aventura y gloria de la Patria…

Este mármol y esta estatua, más que mármol y más que estatua son para mí el símbolo glorioso de las virtudes republicanas. Y como no serlo, si el hombre que veo allí fue el hombre de la República”.

Cuando el señor Elizalde pronunciaba las palabras en que declaraba inaugurado el monumento, la niña Angela Herrera retiró la bandera liberal que con cubría el monumento, y esta quedó visible a todos los concurrentes, mientras las bandas del ejército entonaban el Himno Nacional.

Tomaron entonces la palabra los señores Ramón Gallegos Naranjo, en nombre del Concejo; y el Dr. José María Carbo en nombre de la familia del homenajeado.