Viteri Osvaldo
Pintor ambateño nacido en 1931.
Miembro de una generación renovadora que se impuso a base de un trabajo sugestivo y casi transitorio, de mitificación de lo nacional y de búsqueda constante de nuestras propias raíces; su condición de autodidacto le impuso -en sus inicios- un estilo original de trazos fuertes y violenta deformación expresionista.
Su primera presentación importante la pretendió en 1956 cuando fue aceptado en el Salón “Mariano Aguilera”, pero antes de su inauguración, posiblemente buscando llamar la atención hacia su obra o por solidaridad con otros artistas, con general escándalo la retiró para exhibirla junto a la de los que habían sido rechazados, entre quienes se contaban nombres como los de Tábara, Villacís y Cifuentes.
Cuatro años más tarde sus formas habían logrado más personalidad e independencia, y nuevamente asistió al “Mariano Aguilera” donde su obra “El Hombre, La Casa y La Luna” obtuvo el Gran Premio Adquisición. En los años siguientes pasó un corto período entre el informalismo y el formalismo, para intentar luego experimentar con lo precolombino; obtuvo entonces una Mención de Honor en la VI Bienal de Sao Paulo, en 1961; fue aplaudido en la muestra “Arte de América y España”, en 1963, año precisamente en el que se iniciara en el abstraccionismo; y obtuvo el 4to. Premio en la II Bienal de Córdova, en 1964.
A fines de 1968 dio un giro total en sus conceptos y pasó a realizar su obra en una perspectiva más personal y consistente.
“Pasa de la simple pintura a una anti-pintura. En grandes espacios sin apenas pintura aloja -por encolado- desde ricas casullas bordadas en oro hasta bastas bolsas de cemento, dando a tan austeros trabajos objetuales penetrante valor sígnico y conceptual. …. En algunas obras lo que Viteri pega al lienzo apenas pintado son pequeñas muñecas de trapo: aquí iba a hallar el artista las más ricas posibilidades expresivas -y aún plásticas- de sus encolados y ensamblados. Pero eso sería un poco después” (Hernán Rodríguez Castelo.- El Siglo XX en las Artes Visuales de Ecuador, Banco Central de Guayaquil).
Luego de su permanencia en Europa, especialmente en Madrid y Barcelona donde expuso sus pegados y ensamblados que obtuvieron favorecedores comentarios, y donde recibió la influencia neofigurativa y tremendista de Saura, regresó al Ecuador inmerso en el deseo de expresar su visión del mundo americano, y se dedica a crear grandes telas “a base de livideces cromáticas, recios encolados de arpillera e intencionados agrupamientos de muñecas de trapo. Una obra así le granjea uno de los segundos premios adquisición en la III Bienal de Coltejer (1972)” (Hernán Rodríguez Castelo.- Idem).
En 1977 alcanzó el reconocimiento nacional cuando ganó el Primer Premio en el Salón del Banco Central, donde presentó su más determinante expresión: Muñecas apiñadas y encoladas sobre arpillera-monte, contra un dramático fondo pintado de negro.
“Polémico y vehemente, Viteri ha sido un artista versátil: la tinta china, la sanguina, el óleo, el ensamblaje. Su obra se nutre de la escuela de Jackson Pollok, del dibujo de Maryan (artista judío que conoció en España) y del llamado arte povera. Incorpora telas de arpillera, muñecos realizados por artesanos locales, boletos, etiquetas, prospectos, fragmentos de periódicos, casullas, medallas, formando collages donde se entretejen imágenes geométricas, precolombinas, barrocas, coloniales y, en ocasiones, minimalistas” (Milagros Aguirre.- Revista Diners No. 271, Dic. 2004).
2007 fue un año que inició con muy buenos augurios, cuando con gran éxito y expectativa inauguró en la sala autoral del MAAC, en Guayaquil, un conjunto de setenta y siete obras al que llamó “Los Ensambles”, a la que siguió otra inaugurada el 4 de mayo, en el mismo lugar, en la que presentó una nueva colección de 32 obras de gran formato a la que llamó “Los Desastres de las Guerras”.
Esta, al igual que la primera, mereció los mejores comentarios por parte de la crítica especializada.