Primicias de la Cultura de Quito
Fue la primera publicación que apareció en la antigua Presidencia de Quito, y fue editada bajo los auspicios de la Escuela de la Concordia.
Su primera edición circuló el 5 de enero de 1792, y a través de sus páginas se hicieron importantes reflexiones morales y disquisiciones filosóficas, así como recomendaciones y consejos sobre salubridad, higiene, buenas costumbres, etc.
Apareció quincenalmente bajo el espíritu impulsador del Dr. Eugenio Espejo. Las suscripciones se admitieron al precio de real y medio de plata por cada pliego completo, pero los quiteños no respondieron a su publicación y, por el contrario, lo acogieron con frialdad, propiciando inclusive una absurda persecución que se extendió también en contra su autor.
No fue ni revolucionario ni subversivo y solo buscaba el mejoramiento de Quito en lo intelectual y la reactivación de su espíritu adormilado y como resignado a lo peor.
En “Primicias” Espejo emplea un lenguaje rebuscado y elitista que aún hoy no es fácil de interpretar o leer; peor aún debió serlo en esa época y para un pueblo al que el mismo Espejo había reconocido ignorante en su “Discurso” de 1789, cuando dice: “Estamos destituidos de educación. Sería adulación, vil lisonja, llamar a los quiteños ilustrados, sabios, ricos y felices, No lo sois: hablemos con el idioma de la escritura santa; vivimos en la más grosera ignorancia y la miseria más deplorable” (Eugenio de Santa Cruz y Espejo / Primicias de la Cultura de Quito, p. 136).
“Primicias de la Cultura de Quito” fue una “revolucionaria novedad en el monótono y encogido vivir de la conventual ciudad. Espejo, el acusado de libelista y panfletario, al que «lo habían mandado sacando a Santa Fe» -como debían decir con uno de sus tan pintorescos gerundios las gentes quiteñas-, ahora convertido en secretario de la «Sociedad Patriótica», publicaba un papel periódico. Aquello a muchos no satisfizo, y usando el quiteñísimo recurso del rumor maledicente se dieron a socavar el naciente edificio” (Idem, p. 144-145).
Fue por eso que tuvo una trayectoria efímera que solo alcanzó su séptima publicación, que apareció el jueves 29 de marzo de 1792.