Revolución del 28 de Mayo de 1944
El golpe militar que el 28 de mayo de 1944 puso fin al gobierno del Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río se empezó a gestar cuando este triunfó en las elecciones presidenciales de 1940, pues el Dr. José María Velasco Ibarra, al conocer su derrota propició un movimiento desestabilizador con el propósito de desconocer la elección, a la que calificó de fraudulenta.
Buscando respaldo a sus afanes golpistas el Dr. Velasco Ibarra involucró en su intentona a varios miembros de los partidos políticos derrotados, la mayoría de ellos de tendencias izquierdistas, y a algunos militares miembros de la escuela de aviación.
Gobernaba entonces como Encargado del Poder el Dr. Andrés F. Córdova, quien dispuso la inmediata captura del insurrecto, que luego debió abandonar el país.
A mediados de 1943, luego de que nuestro país sufriera la Invasión Peruana de 1941, que dio como consecuencia la firma del Protocolo de Río de Janeiro, un grupo de militares en contubernio con grupos políticos conservadores, comunistas, socialistas y liberales disidentes, iniciaron una campaña en contra del presidente Arroyo del Río a quien acusaron de ser el único responsable de la derrota que sufrieron las fuerzas militares ecuatorianas durante el conflicto con el Perú y de la firma del consecuente protocolo.
Cuando en 1944 se empezó a tratar el asunto de las nuevas elecciones presidenciales, el Partido Liberal, aunque un poco debilitado por las luchas internas, propuso la candidatura del señor Miguel Angel Albornoz, Director Supremo de dicho partido y último Presidente del Congreso Nacional.
Para enfrentar a esta candidatura, las fuerzas opositoras organizaron una coalición a la que denominaron Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE), la misma que agrupó a comunistas, socialistas, conservadores y disidentes del Partido Liberal. Esta coalición auspició la candidatura del Dr. José María Velasco Ibarra, que se encontraba -como fue siempre su costumbre- radicado fuera del país.
«Miembros de este movimiento en el Puerto Principal eran el Dr. Francisco Arízaga Luque, Pedro Saad, Dr. Alfonso V. Larrea, Dr. Angel Felicísimo Rojas, Dr. Alfredo Vera, Pedro Jorge Vera, Enrique Barrezueta y Franklin Pérez Castro. Los gestores de A.D.E. en Quito fueron Modesto Larrea Jijón, Dr. Camilo Ponce Enríquez, Dr. Manuel Agustín Aguirre, José María Plaza, Dr. Manuel Elicio Flor, Gustavo Becerra, Nela Martínez, Guillermo Lasso, Aníbal Oña Silva, Dr. Mariano Suárez Veintimilla, Julio Teodoro Salem, Luis Maldonado Cornejo y Dr. Eduardo Ludeña. Rojos y azules entremezclados para la revolución...»
(L. C. Cabezas.- 50 Años de Vida Política y Anecdótica del Ecuador, p. 89).
Tratando de evitar que el país caiga una vez más en la anarquía, el gobierno impidió el regreso al Ecuador del Dr. Velasco Ibarra por considerarlo un agitador reaccionario, pues no podía olvidar que en 1935, siendo Presidente Constitucional de la República se había proclamado dictador, había disuelto el Congreso, encarcelado a legisladores y atentado contra las leyes de la República.
Este hecho vino a exaltar más los ánimos de los enemigos del régimen, y precipitó el golpe militar para derrocar al Dr. Arroyo del Río, a quien faltaba muy poco tiempo para terminar su mandato constitucional. Por entonces, el Dr. Velasco Ibarra se trasladó a Colombia donde esperó tranquilamente que estalle la revuelta que se estaba gestando desde 1943.
En efecto, cumpliendo con lo planificado desde el año anterior, el 28 de mayo de 1944 -a las 10 de la noche- se sublevó la guarnición militar de Guayaquil, apresó a la oficialidad superior y eliminó a los principales agentes de seguridad del gobierno.
Aprovechando el caos, no tardaron en aparecer los politiqueros de turno que lograron reunir a un considerable número de anarquistas opositores al gobierno, a quienes los militares rebeldes entregaron armas para derrocar al régimen.
Entonces, respaldados por tanques militares, soldados y civiles, atacaron el cuartel del Batallón de Carabineros -leal al gobierno- ubicado en la calle Cuenca, entre Chile y Chimborazo.
Lo que sucedió luego fue espeluznante: Acosados por todos lados, los Carabineros se defendieron heroicamente combatiendo desde barricadas, techos y ventanas a fuerzas muy superiores en número y armas. Decididos a no rendirse resistieron durante varias horas con encomiable y ejemplar valor, hasta que –ante la imposibilidad de vencerlos- los atacantes decidieron incendiar el edificio con sus defensores adentro.
Habiéndose agotado las municiones, el Comandante de los Carabineros -Mayor Lugardo Proaño- salió con las manos en alto sosteniendo una ametralladora ZB que tiró al suelo en señal de rendición. Como respuesta, una artera ráfaga de balas cegó la vida del valeroso oficial.
A las 8 de la mañana del día 29 todo había concluido. De los 300 carabineros que defendían el cuartel, muy pocos lograron sobrevivir: La mayoría había perdido la vida durante la refriega, muchos heridos fueron alcanzados por las llamas del incendio y murieron carbonizados, y los que intentaron escapar fueron vilmente asesinados.
Entonces, al tiempo que se desataba una ola de saqueos y destrucción a las viviendas y propiedades de los arroyistas, se inició también una cadena de atropellos, vandalismos y delitos, que fue la característica que identificó a dicha revolución y al gobierno posterior.
Conociendo lo sucedido en Guayaquil los pronunciamientos se multiplicaron en diferentes ciudades del país, donde los politiqueros hicieron de las suyas aprovechando el ánimo revolucionario y propiciando crímenes horrendos como la masacre del Jefe de Seguridad de Riobamba, Cmdt. Manuel Carbo Paredes y sus ayudantes.
Los carabineros y el Alto Mando del Ejército ofrecieron al Presidente de la República todo su respaldo, pero ante la gravedad de los hechos, el Dr. Arroyo del Río prefirió renunciar para evitar los horrores de una guerra civil, cuando sólo faltaban tres meses para terminar su gobierno.
Para entonces, en Quito habían asumido el poder “Hasta que llegue Velasco Ibarra”, Julio Teodoro Salem, por los disidentes del partido liberal; Mariano Suárez Veintimilla, por los conservadores; Manuel Agustín Aguirre, por el Partido Socialista; Gustavo Becerra, por el Partido Comunista; el Gral. Luis Larrea Alba, por Vanguardia Revolucionaria Socialista; y Camilo Ponce Enríquez, por el Frente Democrático Ecuatoriano.
Posteriormente y durante cerca de cuarenta años, se ha tratado de sostener que este fue un levantamiento popular, pero el entonces Tnte. Sergio Enrique Girón, uno de los principales gestores de la revuelta, demuestra lo contrario cuando dice: «Fue durante las últimas semanas del pasado año de 1943, y en la población orense de Piñas, la fecha y el lugar donde se fraguó un plan revolucionario militar que meses más tarde, debía culminar en las jornadas de reconstrucción nacional de los días 28 y 29 de mayo, que libró brillantemente el ejército y el pueblo de Guayaquil, para liquidar la tiranía de la oligarquía gobiernista del Dr. Arroyo del Río
» (El Telégrafo, mayo 25/1945).
Consumada la revuelta y cuando todos esperaban que el Dr. Francisco Arízaga Luque sea llamado a gobernar, por iniciativa del Dr. Julio Teodoro Salem los gestores del cuartelazo llamaron al Dr. Velasco Ibarra, que nada había tenido que ver con el golpe de estado, y le entregaron el mando de la República.
Así, de la noche a la mañana, como por arte de magia, el caudillo populista se encontró por segunda vez con el Poder en sus manos.
El Dr. Velasco Ibarra entró a Quito el 1 de junio de 1944, y fue recibido por una gran masa popular que le tributó un caluroso recibimiento y creyó confiadamente en los ofrecimientos de cambios sociales que les hacía el locuaz demagogo. Velasco comprendió entonces que el pueblo estaba ávido de escuchar sus promesas, y convertido en líder absoluto dio a la revolución un giro radical y la hizo suya, convirtiéndola en su propia bandera política y echando de su lado a quienes la habían realizado.
Se iniciaron entonces dos etapas de persecución y venganza política: La primera en contra del Dr. Arroyo del Río y de sus seguidores; y la otra, contra los socialistas y comunistas que habían luchado para llevarlo al Poder.
Se cometieron toda clase de atropellos y delitos y, celoso de la obra del Dr. Arroyo, Velasco Ibarra procedió a apropiarse de ella. Fue así como el Instituto Cultural Ecuatoriano, creado en 1943, fue «vuelto a crear» con el nombre de Casa de la Cultura Ecuatoriana. Al Colegio Nacional Juan Pío Montúfar de Quito, fundado en octubre de 1943, se le cambió la placa de fundación por otra de 1944 que dice solamente «Colegio Montúfar». Puentes, caminos, edificios y otras obras que ya habían sido inauguradas por el gobierno del Dr. Arroyo, volvieron a ser inauguradas solemnemente por el Dr. Velasco Ibarra. La biblioteca particular del Dr. Arroyo le fue confiscada, y con ella se creó la biblioteca de la Universidad de Loja; pero dicho centro de estudios se negó a ser partícipe del despojo y la recibió sólo en custodia, para devolverla posteriormente a su legítimo dueño.
Usurpó bienes e incautó depósitos bancarios. Encarceló y maltrató impetuosamente a quienes lo llevaron al Poder, e hizo caso omiso del derecho de Hábeas Corpus. Fue tanta la corrupción, los negociados y el saqueo de los fondos públicos, que el Dr. Enrique Boloña Rodríguez, Gobernador de la Provincia del Guayas, presentó su renuncia en noviembre de 1945 declarando que «El lodo salpica hasta las mismas alturas del Poder».
Los desaciertos llegaron a su culminación el 30 de marzo de 1946, cuando siguiendo su costumbre el Dr. Velasco Ibarra perpetró una vez más el rompimiento del orden constitucional y se proclamó dictador.
Inmediatamente convocó y reunió una nueva Asamblea Constituyente que, con predominio de sus simpatizantes, legalizó su permanencia en el Poder nombrándolo Presidente Constitucional hasta el 1 de septiembre de 1948.
Pero la tormenta no podía durar mucho y el 23 de agosto de 1947, luego de haber cometido todos los abusos, delitos, desatinos y atropellos contra la República, la Constitución, las Fuerzas Armadas y la ciudadanía; su propio Ministro de Defensa, Crnel. Carlos Mancheno Cajas, por medio de un golpe militar lo obligó a renunciar vergonzosamente, poniendo fin a esa época borrascosa que caracterizó a la Revolución del 28 de Mayo, llamada pintorescamente «La Gloriosa».
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