Vapor Guayas
Desde las épocas coloniales, fueron sus astilleros los que dieron a Guayaquil la gran fama de que gozó, y ellos fueron también la razón más fuerte para que la ciudad fuese apetecida por los virreinatos de Perú y de Nueva Granada, que siempre se la disputaron.
Al hablar de los astilleros de Guayaquil no se habla de un sitio, sino de dos: Los de Santiago de Guayaquil y los de la isla Puná.
Fue justamente en la isla donde se construyó por el año 1557 la primera embarcación de la que se tiene información cierta: Una galera de 24 bancos. Ese mismo año se inició esta actividad en Guayaquil, con la construcción de dos galeras.
Según estadísticas realizadas por Dionisio Alcedo y Herrera, desde su fundación, hasta el año 1736, se habían construido en sus astilleros 176 naves, sin contar las innumerables embarcaciones de menor porte y calado.
Así, a medida que su fama aumentaba también aumentaba el número y el tamaño de las embarcaciones que se construían en sus astilleros, por esta razón, distinguidos y visionarios guayaquileños como Manuel Antonio de Luzarraga, Manuel de Icaza, Vicente Gainza, Carlos Luken, Juan Rodríguez Coello, José Joaquín Olmedo, Manuel Espantoso, Francisco de Icaza y Horacio Cox, bajo inspiración de don Vicente Rocafuerte, formaron en 1840 una empresa de vapores fluviales contando para el caso con un capital de 15 mil pesos repartidos en acciones de 10 y 50 pesos. Inmediatamente trajeron de Estados Unidos la primera maquinaria, y el casco -de madera- fue construido en los astilleros de la ciudad, constituyendo este el primero de su tipo que se hacía en América Española.
El viernes 6 de agosto de 1841, siendo Gobernador de Guayaquil don Vicente Rocafuerte, el vapor -que inicialmente fue llamado San Vicente- fue lanzado a las aguas del río que más tarde le daría su nombre definitivo: “Guayas”.
En el año 1845, la Convención Nacional incorporó la figura del “Guayas” como uno de los elementos que adornan nuestro Escudo Nacional.